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La quiebra de la clase media

La quiebra de la clase media

www.exit-online.org
Octubre 2004

 

EL DECLIVE DE LA CLASE MEDIA

Robert Kurz



Desde mediados de los años 80, el discurso post-moderno imperó en la discusión teórica global a lo largo de casi dos décadas, principalmente en la izquierda. La crítica de la economía política fue sustituida por la crítica del lenguaje, y el análisis de las relaciones materiales objetivas, por la arbitrariedad de la interpretación subjetiva; en lugar del economicismo tradicional de la izquierda, entró un culturalismo de izquierda igualmente reductor y, en lugar del conflicto social, la simulación mediática.

En ese mismo tiempo, sin embargo, la situación se alteró radicalmente. La crisis económica alcanza ahora, incluso en Occidente, a amplias capas sociales, que hasta entonces se habían librado. Por eso la cuestión social vuelve en el discurso intelectual. Pero las interpretaciones continúan adoleciendo de una notoria ligereza y parecen francamente anacrónicas. La polarización entre pobres y ricos, exacerbada de forma irresistible, no encuentra todavía un nuevo concepto. Si el concepto marxista tradicional de "clase" tiene una súbita coyuntura favorable, eso es ante todo una señal de desamparo. En la comprensión tradicional, la "clase obrera", que produce la plusvalía, era explotada por la "clase de los capitalistas" por medio de la "propiedad privada de los medios de producción". Ninguno de estos conceptos puede explicar con exactitud los problemas actuales. La nueva pobreza no surge por cuenta de la explotación en la producción, sino por la exclusión de la producción. Quien todavía está empleado en la producción capitalista regular figura ya entre los relativamente privilegiados. La masa problemática y "peligrosa" de la sociedad ya no se define por su posición en el "proceso de producción", sino por su posición en los ámbitos secundarios, derivados de la circulación y de la distribución. Se trata de desempleados permanentes, de receptores de operaciones estatales de transferencia o de agentes de servicios en los campos de la terciarización, hasta llegar a los empresarios de la miseria, los vendedores ambulantes y los rebuscadores de basura. Esas formas de reproducción son, según criterios jurídicos, cada vez más irregulares, inseguras y a menudo ilegales; la ocupación es irregular, y las ganancias transitan en el límite del mínimo necesario para la existencia o incluso caen por debajo de esto.

Clase media atropellada

Inversamente, tampoco la "clase de los capitalistas" puede aún ser definida en el viejo sentido, según los parámetros de la clásica "propiedad privada de los medios de producción". En el cuerpo del aparato estatal y de las infraestructuras así como en el cuerpo de las grandes sociedades accionistas (hoy transnacionales) el capital aparece en cierto modo como socializado y anonimizado; se volvió abstracto, dejando la forma personalizable de toda la sociedad. "El capital" ya no es un grupo de propietarios legales, sino el principio común que determina la vida y la acción de todos los miembros de la sociedad, no solo exteriormente sino también en su propia subjetividad.

En la crisis y a través de la crisis, se efectúa una vez más una mutación estructural de la sociedad capitalista, disolviendo las situaciones sociales antiguas, aparentemente claras. El meollo de la crisis consiste justamente en que las nuevas fuerzas productivas de la microelectrónica funden el trabajo y, con él, la sustancia del propio capital. Dada la reducción cada vez mayor de la clase obrera industrial, se crea cada vez menos plusvalía. El capital monetario huye rumbo a los mercados financieros especulativos, visto que las inversiones en nuevas fábricas se vuelven no-rentables. Mientras partes crecientes de la sociedad fuera de la producción se pauperizan o incluso caen en la miseria, por otro lado se realiza tan solo una acumulación simuladora del capital por medio de burbujas financieras. Por lógica, eso no es nada nuevo, pues ese desarrollo ya marca al capitalismo global hace dos décadas. Pero lo que es nuevo es que ahora la clase media en los países occidentales también sea atropellada. Barbara Ehrenreich (la ensayista norteamericana) había publicado ya en 1989 un libro sobre la "angustia de la clase media ante la quiebra". Sin embargo el problema fue aplazado enseguida por una década entera, ya que la coyuntura basada en burbujas financieras de los años 90, junto con el impulso de la tecnología de la información y de la comercialización de Internet, despertó una vez más nuevos sueños de florescencia. El colapso de la nueva economía y la explosión de las burbujas financieras en Asia, en Europa y también en parte en los USA, comienzan ahora, desde el año 2000, a hacer efectiva de manera brutal la quiebra de la clase media, ya temida anteriormente.

Pero ¿quién es esa clase media y qué papel desempeña en la sociedad?

En el siglo XIX, el mundo de las clases sociales era todavía simple y transparente. Entre la clase de los capitalistas, es decir, de los propietarios privados de los medios de producción social, y la clase de los trabajadores asalariados, que no poseen nada más que su fuerza de trabajo, se encontraba la clase de los llamados pequeño-burgueses. Esa antigua clase media se destacaba por poseer pequeños medios de producción (oficinas, tiendas etc.) en los cuales empleaba principalmente su propia fuerza de trabajo y la de su familia para vender sus propios productos en el mercado. La expectativa de los marxistas ortodoxos era que esos "pequeño-burgueses" irían desapareciendo poco a poco debido a la competencia de las grandes empresas capitalistas, hundiéndose en la clase de los trabajadores asalariados industriales, hasta que la sociedad quedara polarizada en sus dos clases principales, la burguesía y el proletariado.

"Ni carne ni pescado"

Pero ya a comienzos del siglo XX hubo en la social-democracia alemana el célebre debate entre Bernstein y Kautsky sobre la "nueva clase media". En él se referían a determinadas funciones técnicas, económicas e intelectuales que habían resultado del proceso de socialización capitalista. Como la cientificación creciente de la producción y la expansión correspondiente de las infraestructuras (administración, ingeniería, formación, educación, sistema de salud, sistema de comunicación, esfera pública mediática, instituciones de investigación etc.) surgió una nueva categoría social, que, según el viejo esquema, no era "ni carne ni pescado".

No se trataba de capitalistas, porque no representaban ningún gran capital monetario; tampoco se trataba de pequeño-burgueses clásicos, porque no poseían los medios propios de producción y en gran parte estaba formada por asalariados o autónomos meramente formales; sin embargo tampoco se trataba de proletarios, porque no eran empleados como "productores directos" sino como funcionarios del desarrollo capitalista de las fuerzas productivas en todos los ámbitos de la vida.

Ciertamente ya hubo en el siglo XIX profesores y otros funcionarios públicos, así como aquellos funcionarios de la economía empresarial que Marx designara como "oficiales y suboficiales". Pero numéricamente esas categorías sociales pesaban tan poco que mal podían ser llamadas propiamente de "clases". Solo fue con los nuevos requisitos del capitalismo en siglo XX que las funciones correspondientes se volvieron de masa, a punto de constituir una nueva clase media.

En el debate marxista ligado al comienzo de esa evolución, Kautsky buscó prensar las nuevas capas medias en el antiguo esquema, incluyéndolas de alguna manera en el proletariado, mientras que Bernstein quiso ver en ese fenómeno social una estabilización del capitalismo, que posibilitaría una política reformista moderada. Al principio, Bernstein pareció tener razón por un largo tiempo. La nueva clase media se reveló cada vez más claramente como una categoría social distinta de la clase trabajadora tradicional, no solo según el contenido y el ámbito local de sus actividades, sino también en el aspecto económico. Barbara Ehrenreich menciona como criterio el hecho de que para esas personas su "status social se basa antes en la formación que en la posesión de capital o de otros valores materiales". Como su formación requiere un tiempo largo, hasta los 30 años o más allá, y devora grandes recursos, la calificación superior eleva el valor de la fuerza de trabajo bien por encima de las demás variaciones medias. Fue en este contexto que se originó un concepto rico en consecuencias, a saber: el de "capital humano". Ingenieros empleados, especialistas de marketing, planificadores de recursos humanos, médicos autónomos, terapeutas, abogados, profesores pagados por el Estado, científicos y asistentes sociales "son", bajo un determinado aspecto, el capital de una doble forma. De un lado, se relacionan estratégicamente con el trabajo de otras personas por medio de su calificación, dirigiendo y organizando en el sentido de la valorización del capital; de otro, se relacionan en parte (sobretodo en calidad de autónomos o de funcionarios directores) con su propia calificación y, de esa manera, con ellos mismos en forma de "capital humano", como un capitalista en el sentido de la "autovalorización". La nueva clase media no representa el capital en el terreno de los medios de producción de materiales externos o del dinero, lo hace en el plano de la calificación organizadora ligada a los procesos de valorización, en un alto nivel de aplicación de ciencia y tecnología.

Mayo de 68

En el curso del siglo XX, se formaron numerosas nuevas funciones de esa especie y la nueva clase media aumentó cada vez más en términos numéricos. Particularmente, el desarrollo. Después de la Segunda Guerra Mundial, trajo junto con las nuevas formas de producción fordista y las industrias del ocio, un avance complementario que iba en esa dirección; era perceptible que en la mayoría de los países el área de los estudiantes aumentara de generación en generación. El movimiento estudiantil mundial de 1968 mostró el significado maduro de ese sector social; no obstante fue también una primera señal de la crisis. Si hasta entonces la constitución de la nueva clase media tenía estabilizado de hecho el capitalismo en el sentido de Bernstein y estaba ligada a reformas progresistas, ahora comenzaba un proceso de desestabilización. Ciertamente el nuevo desempleo estructural en masa, en la secuencia de la tercera revolución industrial y de la globalización del capital, alcanzó de entrada principalmente a los productores industriales directos. Pero ya estaba escrito que tampoco la nueva clase media se salvaría. El ascenso de esa clase acompañó en muchos aspectos la expansión de las infra-estructuras públicas, del sistema de formación y de la burocracia del Estado social. La crisis de la valorización industrial real llevó a una crisis financiera del Estado cada vez más profunda. De repente, muchos dominios que antes eran considerados conquistas imperiosas comenzaron a aparecer como un lujo innecesario y un peso muerto.

Jornaleros intelectuales

Se propagó el concepto del “Estado antisocial"; las asignaciones para formación y cultura, para el sistema de salud y numerosas otras instituciones públicas fueron cortadas; se iniciaba la demolición del Estado social. También en las grandes empresas sectores enteros de actividad calificada fueron víctimas de la racionalización. Dado el desmoronamiento de la nueva economía, hasta las mismas calificaciones de muchos especialistas "high-tech" se vieron desvalorizadas. Hoy ya no se puede ignorar que la ascensión de la nueva clase media no tenía una base capitalista autónoma; por el contrario, dependía de la redistribución social de la plusvalía proveniente de los sectores industriales. De la misma manera que la producción social real de plusvalía entra en una crisis estructural debido a la tercera revolución industrial, los sectores secundarios de la nueva clase media van siendo sucesivamente privados de su suelo fértil. El resultado no es solamente un desempleo creciente de académicos. La privatización y la terciarización desvalorizan el "capital humano" de las calificaciones incluso en el interior de la parcela empleada y degradada en su estatus. Jornaleros intelectuales, trabajadores baratos y empresarios de miseria como los free-lance en los medios de comunicación, universidades privadas, despachos de abogados o clínicas privadas no son ya excepciones, sino la regla. A pesar de esto, a fin de cuentas tampoco Kautsky tuvo razón. Pues la nueva clase media decayó, es verdad, pero no para convertirse en el proletariado industrial clásico de los productores directos, convertidos en una minoría que va desapareciendo pausadamente. De forma paradójica, la "proletarización" de las capas calificadas está ligada a una "desproletarización" de la producción.

Personas atomizadas

Por otra parte la desvalorización de las calificaciones corre pareja con una expansión objetiva del concepto de "capital humano". Al revés de la decadencia de la nueva clase media, se realiza en cierto modo un inédito "pequeño-aburguesamiento" general de la sociedad, cuando los recursos industriales e infra-estructurales aparecen más como megaestructuras anónimas. El "medio de producción independiente" se deteriora hasta llegar a la piel de los individuos: todos se convierten en su propio "capital humano", aunque sea simplemente el cuerpo desnudo. Surge una relación inmediata entre las personas atomizadas y la economía del valor, que se limita a reproducirse de manera simulada, por medio de déficits y burbujas financieras. Cuanto mayores se vuelven las diferencias entre el pobre y el rico, más desaparecen las diferencias estructurales de las clases en la estructuración del capitalismo. Por eso no tiene el más mínimo sentido que los ideólogos de la clase media en caída quieran reclamar para sí la vieja "lucha de clase del proletariado", no existente ya. La emancipación social requiere hoy día la superación de la forma social común a todos.

En el interior del sistema productor de mercancías, solo existe la diferencia cuantitativa de la riqueza abstracta que, si existencialmente afecta la cuestión de la supervivencia, no obstante permanece estéril en términos emancipadores. Un Bill Gates es tan pequeño-burgués como un empresario de la miseria, ambos tienen la misma actitud para con el mundo y utilizan las mismas frases. Con esas frases sobre el mercado universal y la "autovalorización" en la punta de la lengua, ambos atraviesan solemnemente, juntos, la puerta hacia la barbarie.


Folha de São Paulo, 19 de Septiembre 2004

www.exit-online.org

Traducción al portugués de Luis Repa

http://obeco.planetaclix.pt

 

 

Multimillonarios y Multinacionales

Multimillonarios y  Multinacionales

Multimillonarios y transnacionales capitalistas


Por Manuel Freytas - manuelfreytas@iarnoticias.com

1. Cara y contracara de la "fortuna"
(los dos extremos de la pirámide)

La "buena marcha" de los negocios del capitalismo transnacional queda demostrada en el ranking 2005 de la revista Forbes, donde un listado de 587 multimillonarios acumula una fortuna que duplica la riqueza anual producida por un país como España, y representa casi la quinta parte de la gigantesca economía de EEUU, la primera potencia imperial del mundo.

Según Forbes, en el año 2005, 587 multimillonarios sumaban una fortuna de casi dos billones de dólares, una suma equivalente al presupuesto anual de EEUU, la mayor potencia imperialista del planeta, y a decenas de PBI (producción de pastel) anuales de países dependientes.

Si quiere saber cuantas tajadas del pastel se robaron esos multimillonarios, sume su fortuna, y luego divídala por la totalidad del pastel (El PBI mundial): lo que le sobra (al capitalista) de la parte que en realidad le tocaba, es el producido del robo capitalista.

La lista de "ricos entre los ricos" se incrementó en el 2005 con 64 personas, como producto, según Forbes, de la "recuperación de la economía mundial" y del alza de los mercados bursátiles, en los dos últimos ejercicios.

La suma acumulada por los 587 "afortunados" representa casi 100 veces el PBI (producto bruto interno anual) de un país como Bolivia, y casi 20 veces la riqueza anual producida por un país como Argentina.

La prensa internacional, sus periodistas y comentadores, difunden estas cifras, impresionantes y fantásticas, destilando una rara mezcla entre admiración y envidia por no estar en el lugar de los rankeados, a los que consideran personas tocadas por la "varita mágica" del éxito y el prestigio social.

"Después de dos años de caídas significativas en las fortunas de los ricos, vimos un aumento enorme en las fortunas de casi todos los que aparecen en la lista", dijo la editora asociada de Forbes, Luisa Kroll, en una conferencia de prensa efectuada en Nueva York.

En el otro extremo de la pirámide (los que fueron despojados de su tajada del pastel), según informes de la ONU del 2005, sobre una población mundial de 6.000 millones de habitantes, 2.800 millones de pobres sobreviven con menos de dos dólares al día.

Según los informes presentados por organizaciones humanitarias en la ONU en el Día Mundial de la Alimentación, en octubre del 2003- 840 millones de personas en todo el mundo carecen de alimentos básicos, y más de seis millones de niños menores de cinco años morirán en un mes (octubre de 2003) de inanición.

El fundador del imperio Microsoft, Bill Gates, figura por décimo año consecutivo en primer lugar del ranking de Forbes con una fortuna estimada en 46.600 millones de dólares. La fortuna de Bill Gates supera en más de dos veces el presupuesto mundial de la lucha contra la pobreza , estimado en 19.000 millones de dólares.

Si Bill resolviera "dejar de trabajar" podría (si la salud se lo permite) vivir 120 años más, gastando a razón de 1 millón de dólares por día. En la vereda de enfrente están los 2.800 millones de pobres que sobreviven, menos de 50 años, con 2 dólares por día.

Entre los nuevos "riquísimos" fichados en el 2005 se encuentraban la escritora británica Joanne K. Rowling, autora de la saga Harry Potter, y a la que se le calcula una fortuna de 1.000 millones; los fundadores del buscador de Internet Google, Sergey Brin y Larry Page (1.000 millones por cabeza), y el empresario textil español Isak Andic, fundador de la cadena de tiendas Mango, del que no existe ni siquiera una fotografía y al que se atribuye una fortuna de 1.600 millones de dólares.

Multimillonarios como el financiero estadounidense Warren Buffet, segunda fortuna del mundo tras Bill Gates, con 42.900 millones, han incrementado su patrimonio vertiginosamente. Buffet, de 72 años, ha visto crecer su fortuna en 12.400 millones de dólares en apenas 12 meses. Y lo mismo ha sucedido con el tercer y el cuarto clasificados en el ranking de milmillonarios, el alemán Karl Albrech (23.000 millones) y el príncipe saudita Alwali Bin Talal al Saud, feliz poseedor de 21.500 millones de dólares.

La "buena marcha de los negocios" también ha derramado dólares por miles de millones en América Latina. El mexicano Carlos Slim ha logrado casi duplicar su fortuna en un año y situarla en 13.900 millones de dólares, con lo que ha escalado al puesto 17 entre los riquísimos del mundo, a los que también pertenecen los brasileños Josep y Moise Safra (4.700 millones) y el venezolano Gustavo Cisneros (4.600 millones).

En América Latina, Según un informe de la CEPAL de agosto del 2003, en el año 2002, el número de latinoamericanos que vive en la pobreza alcanzó los 220 millones de personas, de los cuales 95 millones son indigentes, lo que representa el 43,4 % y 18,8% de la población respectivamente.

En un capítulo especial dedicado al tema del hambre realizado en colaboración con el Programa Mundial de Alimentos de la ONU (PMA), la CEPAL estima que el 11% de la población está subnutrida.

Casi un 9% de la población infantil menor de 5 años sufre desnutrición aguda (bajo peso) y un 19,4%, desnutrición crónica (baja talla respecto a la edad). Esta última reviste especial gravedad por la irreversibilidad de sus efectos negativos.

En el otro extremo de la pirámide, la mayoría de las súper-fortunas difundidas por Forbes provienen de "negocios" relacionados con la finanzas, el "espectáculo", el deporte, la "cultura", las grandes producciones de Hollywood, las grandes cadenas de diarios, radio y televisión, la moda y los cantantes "fashion", y en general todo lo que "divierte y entretiene" a los televidentes y espectadores de todo el mundo, mientras el otro resto del planeta se muere de hambre marginado del "circuito" laboral y comercial del sistema.

Las comparaciones numéricas de las cifras de riqueza concentrada en pocas manos con la pobreza y la marginación humana extendida masivamente por todo el planeta, son infinitas, y ponen al descubierto, más que ninguna imagen o palabra, la verdadera naturaleza del sistema capitalista instalado como "única civilización" posible en el mundo.

A partir se saber sumar, dividir o multiplicar, o simplemente utilizando una calculadora digital, cualquiera está en condiciones de averiguar para que sirven la instituciones, la economía, la cultura y toda la fachada jurídica y social del sistema capitalista vendido todos los días como un orden "natural" por la estructura de los medios masivos de comunicación.

2. Trasnacionales
(el Arma Mortal )

En el mundo capitalista "transnacionalizado" del Imperio norteamericano las 200 empresas multinacionales mas poderosas dictan y condicionan la política mundial y el comportamiento de gobiernos, ejércitos, o instituciones mundiales oficiales o privadas.

Son los amos invisibles del Planeta: los que manejan a los países y a presidentes por control remoto, como si fueran títeres de última generación.

Las cadenas del viejo colonialismo militar reaparecen en la etapa de la globalización como cadenas financieras y económicas sostenidas por el poder tecnológico-militar-nuclear del Imperio norteamericano.

El comercio mundial (en más de un 50%) y la inversión de capital en el extranjero (en más de un 75%) se concentran en tres únicos polos: EEUU, Japón y la Unión Europea. Y excluye áreas enormes del planeta, en África por ejemplo, marginándolas de los flujos de mercancías y de capitales.

El hecho primordial, el más fundamental de esta etapa económica: el dominio abrumador de un reducido número de empresas transnacionales de dimensiones gigantescas, mayores que Estados, sobre la producción, el comercio y las finanzas mundiales.

La concentración del capital mundial en estos mega-grupos o mega-compañías, en una proporción aplastante, que implica modificaciones de todo tipo, en la economía, en la sociedad, en la vida política, en la cultura, etc., es seguramente el aspecto más definitorio de la llamada "globalización económica".

Aproximadamente un tercio de todo el comercio mundial se concentra dentro de las 37.000 "multinacionales" censadas en 1994(5), entre sus casas matrices y sus filiales, y otro tercio entre unas y otras, en definitiva dentro del sector multinacional.

Pero incluso estas cifras son pobres para retratar la realidad de la globalización económica controlada por estos monstruos económicos financieros que superan a los gobiernos. .

Hay que quedarse con las 200 mayores empresas, por ejemplo, para lograr una imagen realista del sistema económico que gobierna la vida material de los seis mil millones de seres humanos que habitamos este planeta.

La cifra de negocio anual de estos gigantes es nada menos que la cuarta parte (26,3%) de la producción mundial, crece a un ritmo doble de lo que crece el Producto Interior Bruto de los 29 países industrializados que integran la OCDE, y supera ya a la producción total sumada de los otros 182 países que no forman parte de la OCDE, pero donde vive la inmensa mayoría de la humanidad.

La lista de estos 200 gigantes está en perpetuo movimiento, precisamente porque las fusiones y absorciones entre ellas, y entre las mayores de ellas, constituyen uno de los medios principales de mantenerse en la cumbre de esta pirámide del poder económico.

Pero, para dar nombres, enumeremos, por ejemplo, a algunas de las mayores empresas transnacionales de carácter no financiero: Shell, General Motors, Ford, Exxon, IBM, Exxon, AT&T, Mitsubishi, Mitsui, Merck, Toyota, Philip Morris, General Electric, Unilever, Fiat, British Petroleum, Mobil, Nestlé, Philips, Intel, DuPont, Standard, Bayer, Alcatel Alston, Volkswagen, Matsushita, Basf, Siemens, Sony, Brown Bovery, Bat, Elf, Coca-Cola... entre las clásicas; Microsoft, Cisco, Oracle, entre las nuevas. Entre los bancos: IBJ/DKB/Fuji, el Deutsche, BNP/Paribas, UBS, Citigroup, Bank of America, Tokio/Mitsubishi...

3 Dimensiones de estos gigantes

La petrolera BP es la segunda empresa más gran de del mundo, seguida por Exxon Mobil, Shell, General Motors, Daimler Chrysler, Toyota Motor, Ford Motor, General Electric, Total, Chevron en orden de magnitud de sus entradas hasta 2005. Cada una de ellas son economías mayores que Portugal, Israel, Irlanda o Nueva Zelanda.

La empresa más grande del mundo sigue siendo Wal-Mart, cuyo volumen de ventas es mayor que el producto bruto interno de Noruega, Arabia Saudita y Austria. Wal-Mart es la vigésima economía de planeta.

The New York Times comenzó a hablar de la "walmartización" refiriéndose a cómo Wal-Mart había presionado la baja de salarios y la seguridad social de los trabajadores en sus tiendas en Estados Unidos.

Situación que se repite por todo el mundo donde se instala esta transnacional, después de liquidar a las tiendas locales pequeñas, como efecto inmediato de su instalación en esos mercados.

Entre las 100 multinacionales mayores hay supermercados como Carrefour, Home Depot, Metro y Royal Ahold, procesadoras de alimentos, como Nestlé y el Grupo Altria (propietaria de Kraft Foods y Phillip Morris), junto a grupos financieros como Citigroup, ING y HSBC, y empresas de informática y telecomunicaciones como IBM, Siemens, Hitachi, Hewlet Packard, Samsung y Sony.

En procesado de alimentos y bebidas, Nestlé mantiene su poderío duplicando o triplicando el volumen de ventas de sus competidores más cercanos: Archer Daniel Midlands, Altria, PepsiCo, Unilever, Tyson Foods, Cargill, Coca-Cola, Mars y Danone.

En cifras del año 2004, las 200 multinacionales más grandes del planeta concentraban 29 por ciento de la actividad económica mundial.

Entre las petroleras, en el año 2005, la Exxon registró ingresos netos durante 2005 de 36.130 millones de dólares (5.71 dólares por acción), un incremento de 10.800 millones en relación con el 2004, que supera a los PBI juntos de países como Bolivia, Paraguay, y Uruguay.

El consorcio petrolero Royal Dutch Shell, uno de los mayores del mundo, cerró el 2005 con beneficios netos de 22.940 millones de dólares, nuevo récord para ese indicador, informaron hoy fuentes del sector. La compañía anglo-holandesa se benefició el pasado año de los elevados precios del crudo, pues los mayores ingresos corresponden a las actividades de prospección y explotación de yacimientos.

Ese resultado, indicaron analistas, es el mayor de la historia para una empresa que cotiza en la City británica, si bien quedó detrás de la estadounidense Exxon Mobil, que llegó a 33.860 millones de dólares de beneficios.

Muchos analistas pensaban que la ola de fusiones corporativas que comenzó en los noventas estaba bajando, pero el valor de las fusiones y compras entre empresas alcanzó 1.95 billones de dólares en 2004, 40 por ciento más que en 2003.

Tras el triunfo del "libre mercado" y el fin de los Estados nacionales, cada vez con más legislaciones nacionales e internacionales a su favor, las multinacionales condicionan y dominan las estructuras económico-productivas de los países, promoviendo guerras por apoderamiento de mercados y apropiándose de recursos naturales y de los sistemas de importación y exportación.

Según el informe del Grupo ETC, Oligopoly Inc 2005 (www.etcgroup.org), que monitorea las actividades de las corporaciones globales, fundamentalmente en agricultura, alimentación y farmacéutica, desde el informe anterior, publicado en 2003, las 10 mayores industrias trasnacionales de semillas saltaron de controlar un tercio del comercio global, a la mitad de todo el sector.

En agrotóxicos, las 10 principales realizan el 84 por ciento de las ventas globales. Son: Bayer, Syngenta, BASF, Dow, Monsanto, Dupont, Koor, Sumitomo, Nufarm y Arista.

Dentro de semejante nivel de concentración, los analistas prevén que únicamente sobrevivirán tres: Bayer, Syngenta y BASF. Monsanto no ha renunciado a este lucrativo mercado, pero su rezago relativo -del tercer al quinto puesto- se debe a que está enfocada a la producción de transgénicos como frente de venta de agrotóxicos.

Las 10 farmacéuticas más grandes controlan 59 por ciento del mercado: Pfizer, Glaxo SmithKline, Sanofi-Aventis, Jonson y Jonson, Merck, AstraZeneca, Hoffman-La Roche, Novartis, Bristol Meyers Squibb y Wyeth.

Las diez mayores trasnacionales en productos veterinarios tienen 55 por ciento del mercado.

Las 10 mayores empresas biotecnológicas (dedicadas a subproductos para la farmacéutica y la agricultura) son apenas 3 por ciento de la totalidad de ese tipo de empresas, pero controlan el 73 por ciento de las ventas. Las principales son Amgen, Monsanto y Genentech.

4. La locomotora imperial
(los beneficiarios del Arma Mortal)

Un informe del Financial Times de mayo de 2002, analiza que casi un 48% de las mayores compañías y bancos en el mundo son de los EE.UU. y un 30% son de la Unión Europea , sólo 10% son japoneses.

En síntesis, casi 90% de las mayores corporaciones trasnacionales que dominan la industria, la banca, y los negocios son estadounidenses, europeas o japonesas. Africa y América Latina no figuran en la lista.

Cinco de los 10 principales bancos , seis de las 10 principales compañías farmacéuticas y/o biotecnológicas , cuatro de las 10 principales compañías de telecomunicaciones , siete de las principales compañías de tecnologías de la información , cuatro de las principales compañías de petróleo y gas , nueve de las 10 principales compañías de software , cuatro de las 10 principales compañías de seguros y nueve de las 10 principales compañías de comercio minorista, son estadounidenses.

La concentración de poder económico de los EEUU es aún más evidente en el círculo de las mayores compañías, donde los Estados Unidos tienen una abrumadora presencia y dominio.

Entre las 10 principales transnacionales del mundo: 90% son propiedad estadounidense; de las principales 25, 72% son propiedad estadounidense; de las principales 50, 70% son estadounidenses y de las principales 100, 57% son propiedad estadounidense.

Los flujos de los sectores financiero, farmacéutico, de software y de seguros están formados por las diez principales compañías estadounidenses y europeas.

Los mercados mundiales están divididos entre las principales 238 compañías y bancos de los EE.UU. y las 153 de la Unión Europea, y el 80% de las principales corporaciones de petróleo y de gas son propiedades estadounidenses o europeas.

La concentración del poder económico mundial en las corporaciones y bancos norteamericanos, y en menor medida, en los de la Unión Europea, revela claramente la condición de "socios principales" de los países europeos en las estrategias económico-militares de EEUU por todo el planeta.

Esto revela por sí solo, la falsead del discurso "opositor", en la ONU y en los foros internacionales, que practican potencias europeas como Francia, Alemania o la misma Rusia, en relación a las guerras por conquista de mercados lanzadas por Bush y los halcones.

Como se refleja en los números y estadísticas, en la realidad, estas potencias siempre han jugado -y siguen jugando- de socios principales de las políticas de conquista militar y rapiña capitalista lanzada por los gerentes políticos-militares de turno en el Imperio de Washington.


5. El rey desnudo
(o el capitalismo que "nadie ve")

Este capitalismo que "nadie ve", expresado brutalmente en el ranking de multimillonarios de Forbes, o en el listado de ganancias y facturación de las trasnacionales capitalistas, está ahí, al alcance de nuestras narices.

No es la resultante de la "brecha entre ricos y pobres" como sostienen los curas y los encuestadores, sino el emergente descarnado y real de la explotación del hombre por el hombre que ha tocado niveles de impunidad nunca vistos en la historia de humanidad.

Ya no se necesitan pensadores, ni filósofos, ni científicos ni expertos en nada para "ver" en acción la obra genocida del capitalismo caníbal y asesino de su propia especie: basta con consultar el ránking Forbes, o el activo patrimonial y el ránking ganancial de las trasnacionales en cualquier medio especializado.

No hay que ser un genio en finanzas ni un ilustrado en Ciencias económicas: solo hace falta saber sumar, restar, multiplicar y dividir.

Y a partir de la comprobación fáctica de los números, de las estadísticas reales y descarnadas, quien quiera esconder la cabeza y vivir en el sistema ignorando y marginando del lenguaje diario la palabra "capitalismo genocida", que lo haga.

Quien quiera seguir deslumbrándose con la "democracia", las "elecciones", los "derechos humanos" y el "pacifismo" exportados como estrategia de dominio por el Departamento de Estado norteamericano, que lo haga.

Quién quiera practicar el "antiimperialismo" sin practicar el "anticapitalismo", que lo haga.

El ser humano dentro del sistema capitalista en un "ser libre y autodeterminado" para todo, menos para conseguir trabajo y comida.

Ud. es tan libre como la Estatua de la Libertad, esa mole levantada en Nueva York, no muy lejos del templo financiero de Wall Street, justo por donde se desplazan habitualmente los gerentes, gurúes, ejecutivos y accionistas "afortunados" del ranking de Forbes: los hacedores del Arma Mortal 1.

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El capitalismo: la miseria de la abundancia

El capitalismo: la miseria de la abundancia

 


La miseria de la abundancia

Santiago Alba Rico • Rebelión


Conferencia pronunciada en el marco de la VII Conferencia Internacional de Psicología Social de la Liberación, Liberia (Costa Rica).

Me siento enormemente honrado de estar ante ustedes esta tarde, pero también un poco -cómo decirlo- intimidado o desplazado. En medio de tantos y tan autorizados especialistas que trabajan sobre el terreno, interviniendo en la resolución de conflictos concretos y a menudo, imagino, en condiciones difíciles y hasta personalmente arriesgadas, me presento ante ustedes como un huésped un poco abstracto, intruso en disciplinas cuyos secretos exceden con mucho mis competencias.

No soy psicólogo ni sociólogo y jamás tendría la audacia de calificarme de "filósofo", esa especie ya extinguida cuyo recuerdo mantienen vivo a duras penas algunos profesores de universidad condenados también a inminente desaparición por disposición del mercado. Un filósofo es alguien que madruga mucho, que se despierta antes que las cosas o al mismo tiempo que ellas, y para eso se necesita tiempo o, más exactamente, una calidad de tiempo incompatible con la sucesión industrial de los acontecimientos y con el imperativo moral de intervenir en ellos.

Capturadas en la órbita vertiginosa de las mercancías, las cosas han nacido siempre ya y apenas si tenemos tiempo de señalarlas con el dedo antes de verlas desaparecer en el horizonte. Si a algo vengo dedicándome muy modestamente en estos últimos años es, pues, al oficio de "señalador", no ya con el ambicioso propósito de entender o hacer entender sino con el mucho más humilde de indicar, para que se vean, las cosas que pasan, en el doble sentido de que "suceden" y "se suceden". En alguna ocasión me he presentado como un "modesto agitador político-literario", pero aún eso, y entre ustedes, y en un congreso que lleva el nombre de Martín-Baró, me resulta un poco arrogante, pues un discurso sólo es decisivo, sólo es movilizador, si moviliza contra él las fuerzas que combate. Ignacio Martín-Baró, en efecto, pudo medir toda la importancia de su palabra por la salvaje y criminal acción que la silenció para siempre. Uno de los tristes privilegios de los intelectuales europeos es el de poder decir todavía incluso la verdad, si tal cosa se nos pasase por la cabeza, y seguir vivos y hasta comprarnos una casa y recibir un aplauso, no en virtud de la mayor tolerancia de nuestros gobiernos sino de su mayor capacidad para establecer un régimen de garantías; es decir, un régimen que garantice que, se diga lo que se diga, el decir no decide nada o, como lo expresó el primer ministro italiano Berlusconi tras aceptar que los estadounidenses habían mentido en el caso Calipari, asesinado por los marines en las calles de Iraq, que "la verdad no cambia nada". De esta "nada" de los privilegios, eje de la autopercepción misma de las así llamadas sociedades occidentales, me he venido ocupando en los últimos años, tratando de llamar la atención sobre algunos rasgos de una cultura o estética de la abundancia cuyas ilusiones nihilistas incluyen la confianza ciega en la naturalidad y eternidad de nuestras ventajas, y esto a pesar de los muchos signos que anuncian (en el terreno económico, ecológico y también político) el fin de todas las eternidades y de todas las naturalezas.

Lo que distingue a las izquierdas antiglobalizadoras o anticapitalistas, o como quieran ustedes llamarlas, es que se repiten mucho, dicen siempre las mismas cosas. Pero repetir, allí donde se repite una y otra vez la lógica implacable de la destrucción, es resistir: repetir la casa que han derribado los soldados, repetir el gesto que han castigado los verdugos, repetir la canción que duerme al niño que ha despertado el hambre y repetir también, en mi caso de un modo mucho menos heroico, las palabras que los poderosos preferirían desterrar del diccionario. Por eso, porque me repito en todo caso demasiado, me gusta introducir mis monótonas intervenciones con un cuento diferente en cada ocasión. Los cuentos son como ganzúas que abren muchas puertas o como navajas suizas cuya utilidad material se revela, de pronto, en una situación difícil: son la respuesta práctica a un problema o a un dilema, los cuales, al mismo tiempo, iluminan uno de sus innumerables -pero no infinitos- sentidos narrativos.

En este caso quiero empezar contándoles un cuento chino, pero no en el sentido en que son "cuentos chinos" -metáfora muerta del racismo decimonónico- las noticias de los periódicos o los discursos de los políticos sino un cuento de la China milenaria, un cuento popular de Oriente que demuestra la variedad formal y la comunidad temática de las obras colectivas, por encima de las culturas y las fronteras.

Es un cuento corto y, bien mirado, terrible:

 Wang, un campesino pobre que apenas si podía alimentar a su familia, encontró un día una gran tinaja vacía y la llevó a su casa. Mientras la limpiaba, el cepillo se le cayó dentro y la tinaja de pronto se llenó de cepillos: cepillos y más cepillos y, por cada uno que sacaba Wang, otro surgía mágicamente de su interior. Durante algunos meses, la familia Wang vivió de vender cepillos en el mercado y su situación, sin llegar a ser ni siquiera desahogada, mejoró notablemente. Pero un día, mientras sacaba cepillos de la tinaja, a Wang se le cayó una moneda y entonces la tinaja se llenó de monedas: monedas y más monedas que se reproducían y multiplicaban a medida que Wang las sacaba a manos llenas. La familia Wang se convirtió así en la más rica de la aldea y, tantas eran las monedas que producía la tinaja y tantas las ocupaciones de la familia, que los Wang encargaron al abuelo, ya inservible para los placeres del mundo, la tarea de sacarlas con una pala y acumularlas sin cesar en un rincón, montañas y montañas de oro que aumentaban y se renovaban a un ritmo que ningún despilfarro podía superar. Durante algunos meses más la familia Wang fue feliz. Pero el abuelo era viejo y débil y un día, inclinándose sobre la tinaja, sufrió un desmayo, cayó en el interior y se murió dentro. Y entonces la tinaja se llenó inmediatamente de abuelos muertos: cadáveres y cadáveres que había que sacar y enterrar sin esperanza de acabar la tarea, infinitos viejitos sin vida que seguían apareciendo en el fondo inagotable de la tinaja. Así, la familia Wang empleó todo su dinero y todo el resto de su vida en enterrar un millón de veces al abuelo muerto.

El cuento de Wang, por un lado, nos habla del sueño de la abundancia, mitema común a todas las tradiciones populares del planeta: la rueca mágica, la multiplicación de los panes y los peces, la gallina de los huevos de oro, la cornucopia, la bolsa sin fondo, la mesa que se llena de manjares al conjuro de una palabra. Pero al contrario que en otras fábulas o leyendas de la tradición europea, en el cuento chino la abundancia se tuerce al final en una maldición, se convierte en una pesadilla, como en esos castigos del infierno griego en los que el esfuerzo renovado e infinito del condenado sólo servía para restablecer una y otra vez la situación inicial. Por otro lado, la fabulilla china, que transmite algunos mensajes simples propios del confucionismo popular (los peligros de la codicia o la necesidad de respetar a los ancianos), desprende un sentido nuevo al inscribirla en un contexto nuevo; y lo que aquí nos interesa de ella es esa asociación entre la abundancia y la muerte, entre la reproducción de riqueza y la reproducción de cadáveres. Así mirada, la tinaja mágica de Wang, que multiplica indistintamente cepillos, monedas y muertos, nos resulta de pronto mucho más familiar.

Decía Michel Foucault que, al contrario que las revolucionarias, las utopías del capitalismo se hacen siempre realidad. Pero sería más exacto decir -lo que es mucho más terrible- que el capitalismo hace realidad precisamente las utopías revolucionarias, pero virándolas en maldición, como en el cuento de Wang. Las hilanderas autómatas de Aristóteles se materializan como una fuente de hambre y de explotación en las maquiladoras; el "control del clima" de Fourier se verifica bajo la forma de tsunamis, ciclones y desaparición de especies vegetales y animales; el hombre completo y versátil de Marx que habría de superar la división del trabajo y la especialización alienante ("cazadores por la mañana, pescadores al mediodía, pastores por la tarde y críticos literarios después de cenar") se ha hecho realidad en la deslocalización y desprofesionalización del capitalismo globalizador y su traumática "flexibilidad" laboral; la "revolución permanente" y el "mundo nuevo" del socialismo se cumplen todos los días bajo el hechizo de las mercancías y la renovación incesante de una fuerza brutal que no admite nada definitivamente constituido (ni casas ni leyes ni cuerpos).

El cuento de Wang, mil años antes de su aparición, ilumina tres rasgos elementales del capitalismo: i-limitación, in-suficiencia, in-diferencia. Volveremos enseguida a ellos.

 

Permítanme ahora que les cuente otros "cuentos", tomados de aquí y de allá y reunidos en los últimos cuatro años. Los encadeno un poco al azar con la confianza de que, bajo su aparente heterogeneidad, mostrarán en el fondo de la tinaja de Wang sus conexiones orgánicas.

 

* Dominique La Pierre estaba en la India el 11 de septiembre del 2001, en Bophal, donde el 2 de diciembre de 1984 una fábrica de pesticidas perteneciente a la compañía estadounidense Union Carbide mató entre 16.000 y 30.000 personas, y nos recordaba desde allí una cita del The Wall Street Journal: “Sabiendo que una vida norteamericana vale aproximadamente 500.000 dólares y que el PNB de la India sólo representa el 1,7 % del de EEUU, se puede estimar que una vida india sólo vale 8000 dólares”.

* El número de adictos a la heroína ha crecido en Pakistán de prácticamente cero en 1979 a 2 millones de adictos hoy gracias a la política de la CIA y a su apoyo prestado primero a los mujahidin contra la Unión Soviética, después a la Alianza del Norte contra los talibán y hoy al gobierno títere de Karzai.

* EEUU mantiene en Ecuador la base aérea de Manta en virtud de un acuerdo anticonstitucional con Washington, en cuyo artículo XIX se dispone que el gobierno del Ecuador “renuncia a reclamar todo daño, pérdida o destrucción de bienes gubernamentales a consecuencia de actividades relacionadas con este acuerdo o por concepto de lesiones o muertes del personal ecuatoriano en el desempeño de sus obligaciones”. Este acuerdo forma del Plan Colombia, que a su vez forma parte de un proyecto norteamericano de control de la Amazonía, la mayor reserva de agua dulce, oxígeno limpio, flora y fauna del planeta, proyecto formulado por primera vez en los años 80 bajo el nombre de FINRAF (Farmer International Reserve of Amazone Forest), cuya necesidad se justifica así: “Su fundación se debió al hecho de que la Amazonía está ubicada en Sudamérica, en una de las regiones más pobres del planeta y formada por países crueles, autoritarios e irresponsables. Esta parte era una parte de ocho distintos y extraños países, que en la mayoría de los casos son reinos de la violencia, comercio de drogas, analfabetismo y de pueblos primitivos y sin inteligencia”.

* En noviembre del 2001 y bajo los auspicios de la ONU se aprueba el primer Tratado Internacional sobre recursos genéticos para la alimentación y la agricultura en el que se establece el derecho de los agricultores a conservar, utilizar, intercambiar y vender semillas de sus propias fincas. EEUU y Japón se abstienen.

* Los indígenas de origen maya de México denunciaban el 25 de mayo del 2003 que el pozal, un alimento milenario usado también por sus virtudes curativas, ha sido registrado en EEUU a nombre de nueve personas. Las grandes empresas quieren patentar también los güipiles y algunos motivos típicos de la ancestral artesanía mejicana, propiedad de la cultura colectiva. Entre tanto en Internet, es sabido, se pueden comprar trofeos de la guerra de Iraq, que los marines han arrancado a los cadáveres, pero también células humanas de indígenas huorani, quechuas, karitiana o suruí, entre otros muchos otros pueblos de la tierra. Como es sabido, cuando el médico estadounidense Paul Farmer, autor de un libro imprescindible sobre ese país, llegó a Haiti a mediados de los 80, escuchó historias demenciales sobre vampiros estadounidenses que chupaban la sangre de los haitianos; eran ciertas: durante años la empresa de capital estadounidense Hemo-Caribbean and Co. se había dedicado al "tráfico de sangre" extrayendo plasma a los haitianos más pobres en beneficio de un puñado de hemofílicos norteamericanos que podían permitírselo.

* En abril de 2002, Percy Schmeiser, agricultor canadiense de 70 años que llevaba toda su vida plantando colza, es denunciado por un vecino por tener entre sus plantas algunas procedentes de semillas transgénicas de colza. El juez le condena a pagar 200.000 dólares. No importa cómo hayan llegado allí. Sabemos que el proyecto de la multinacional Monsanto de controlar las semillas para vender sus herbicidas se basa en la patente de Terminator, una semilla estéril que EEUU, Canadá y la UE acaban de aceptar, amenazando con esterilizar, a través de cruces accidentales, el conjunto de las semillas de dos continentes.

 * Dos grandes multinacionales francesas controlan el 40% del mercado mundial del agua: Vivendi y Lionnaise de Aguas. La privatización del agua en La Paz (Bolivia) en el 2002 amenazó directamente la supervivencia de la población. En el barrio de Alto Lima, a 4000 metros de altura, no hay luz de noche porque la electricidad ha sido privatizada y tampoco llega ya el agua y si llega es de baja calidad o contaminada, pues Lionnaise ahorra en cloro y filtros. La ducha ha sido sustituida por baños públicos de pago. En varios barrios de Alto Lima el suministro fue cortado hace varios meses. Denis Crevel, experto del BID (Banco Intern. Del Desarrollo) declaraba en diciembre de 2000: “La población tiene malos hábitos porque cree que el servicio debería ser gratuito mientras que el agua es un bien social pero también económico”. Cuatro de cada diez habitantes del planeta, unos 2.500 millones de personas, carecen de agua suficiente y unos 1.000 millones utilizan normalmente agua insalubre.

* En España hay 26 millones de automóviles privados, 6 veces más que en la India o China, cuya población supera en 57 veces la de España. En el mundo hay unos 800 millones de coches privados que producen 1300 millones de toneladas de dióxido de carbono (el 17% del total), 120 millones de monóxido de carbono (60%), 35 de óxidos de nitrógeno (42%) 25 de hidrocarburos (40%) 9 millones de toneladas de partículas (13%) y 3 millones de óxidos de azufre (3%). El coche acorta la vida un promedio de 820 horas. Uno de cada cien automovilistas morirá en accidente. 7000 personas mueren en España todos los años. Medio millón en el mundo. Los coches cubren ya, literalmente, el 2% de la superficie de EEUU y de Europa y sólo el parque móvil de Madrid ocupa el equivalente a 5.000 campos de fútbol.

 *El pasado 20 de mayo se anunciaba que una cuarta parte de los mamíferos de la tierra se extinguirá en los próximos treinta años. Hay once mil especies de animales y plantas en peligro, de las que 1000 son mamíferos.

* El 19 de marzo nos enterábamos de que 3250 km2 (con un volumen de 720.000 millones de toneladas de hielo) de una plataforma de hielo de la Antártida formada hace 12.000 años se ha hundido en 35 días.

* La empresa petrolífera americana Exxon-Mobil está siendo investigada en Indonesia, tras ser denunciada por nueve supervivientes, por haber pagado a militares indonesios que asesinaron, torturaron, violaron y secuestraron (en el orden que quieran ustedes) a decenas de personas que vivían en un edificio propiedad de la compañía en la provincia de Aceh.

* En un artículo de mayo del 2005, el investigador Dale Allen Pfeiffer demuestra que, enfrentados al inevitable pico del petróleo y la correspondiente crisis energética y alimentaria, EEUU tendrá que deshacerse en los próximos cincuenta años de 92 millones de personas si quiere mantener sus niveles de crecimiento y consumo; el resto del mundo deberá suprimir a 4.250 millones de seres humanos.

* Durante la crisis argentina del 2002, la compañía española Iberia compró cada boeing de aerolíneas argentinas por 1 dólar.

* Curiosas conexiones entre la economía y la vida:

 1.- La multinacional SMAK despide a 22.000 trabajadores a principios de mayo e inmediatamente se dispara el valor de sus acciones, como un globo que se deshiciese de lastre. Las acciones de Bayer subieron también gracias a la amenaza del Anthrax en octubre del 2001. En las últimas semanas, lo sabemos, la alerta de gripe aviar ha hecho subir como la espuma las acciones de la farmacéutica Roche, que monopoliza y se niega a liberar la patente del único medicamento probadamente eficaz contra la enfermedad. Entre tanto y según declaraciones del experto Kent Campbell del pasado 25 de agosto, bastarían "mosquiteros, pequeñas cantidades de insecticida y algunas medicinas para salvar cada día la vida de 3.000 niños africanos enfermos de malaria".

 2.-En Francia, según un interesante artículo publicado por LMD, 50 ejecutivos se reparten 1213 cargos directivos de las más importantes compañías nacionales o multinacionales instaladas en el país. Encabeza la lista Yves Carcelle, que acumula 42 puestos de dirección, 5 de administrador, 10 de representante permanente y otras dos con funciones no especificadas.

 3.-La privatización de los trenes en Inglaterra produce en 8 años 9 accidentes con más de cincuenta muertos y centenares de heridos. El propio gobierno admite que desde la privatización en 1994 en 26 estaciones el tren se ha saltado al menos cinco veces el semáforo en rojo.

 4.- A finales de diciembre del 2003 Akhtar Muhammed, padre afgano de diez hijos, después de haber vendido sus pocos animales, sus alfombras, los utensilios de cocina y hasta las vigas de su casa, fue al mercado y cambió a dos de sus hijos (Sher de 10 años, y Baz de 5) por unos sacos de trigo.

 5.-En un día cualquiera, tomado al azar, el 25% de las mujeres occidentales está siguiendo una dieta. Un 50% está terminándola, interrumpiéndola o comenzándola. La industria dietética mueve al año 32.000 millones de dólares; la cosmética, 20.000 millones; la cirujía plástica 300 millones. Cerca de 300.000 españoles se sometieron el año pasado a algún tipo de intervención quirúrgica, lo que sitúa a España a la cabeza de Europa en este honroso ranking. Un reportaje del prestigioso diario español El País explicaba con toda naturalidad las razones de esta pasión de autorreforma permanente del cuerpo: "son personas que no quieren perder oportunidades laborales por unas ojeras".

 6.-En respuesta a la demanda de armas por parte de los ciudadanos americanos después del 11-S (un 25% de aumento) la casa Beretta fabrica una pistola de 9 mm. llamada Permanecemos Unidos con la bandera americana grabada en las cachas. Otro fabricante de armas de NY tiene un modelo llamado Seguridad de la Patria. En EEUU hay 200 millones de armas privadas, 30000 muertos al año por arma de fuego y 2 millones de reclusos en las cárceles.

 7.-A medida que desciende la delincuencia, aumenta en EEUU la población carcelaria. El Complejo de Industria de Prisiones es uno de los sectores económicos de más crecimiento en EEUU y sus inversiones se reflejan en Wall Street. Cobrando entre 17 centavos y 1,5 dólar por hora, según los Estados, los presos estadounidenses, en su mayoría negros e hispanos, producen el 100% de los accesorios militares (cascos, portamuniciones, chalecos, cantimploras), el 98% de la pintura y los pinceles, el 92% de todos los equipos para armar cocinas, el 36% de todos los utensilios domésticos, el 21% de todos los muebles de oficina.

 8.-En Colombia se arruina la industria lechera local. Se ha pasado de importar 4.000 toneladas en 1993 a 25.000 en 2002. Pastrana bajó los aranceles del 20% al 6,9% y Uribe ha mantenido obviamente la misma política. Los 24 países más ricos del mundo invierten 370.000 millones en subsidios al sector alimenticio, 50.000 de ellos al sector lechero.

 9.-En 1930, inmediatamente después de la crisis del 29, 80 millones de personas pasaban hambre en el mundo. Hoy son 800 millones.

 10.-Los consumidores españoles gastaron en el año 2000 251.259 millones de euros; es decir, 478.042 euros por minuto. Los incrementos de los últimos cuatro años permiten calcular que el año pasado los consumidores españoles gastaron cada minuto más de medio millón de euros.

 

Las historias y los ejemplos se podrían multiplicar al infinito, pero baste esta pequeña rapsodia para convocar una imagen. Volvamos ahora a la tinaja mágica de Wang, a su capacidad para producir ilimitadamente y a su incapacidad para hacer diferencias.

El capitalismo, que genera historias como las arriba encadenadas, no sólo reproduce una economía sino que, para hacerlo, tiene que construir o reformar una psicología y una sociedad; es, por decirlo con Kafka, "al mismo tiempo un estado del mundo y un estado del alma". Ese "doble estado" -objetivo y subjetivo- se levanta, como su condición y su motor, en el hambre libre y universal, el cual ilumina, apenas cambiando una sola letra, la inversión y negación del objeto mismo de las declaraciones de Derechos del Hombre.

En otros textos e intervenciones he tratado de explicar de un modo sencillo la singularidad antropológica del capitalismo. A partir de la observación del historiador inglés Eric Hobsbawn, según la cual el verdadero acontecimiento del siglo XX habría sido el fin del neolítico, he tratado de exponer esta ruptura como un restablecimiento hiperindustrial de las condiciones más primitivas, como un retroceso sobrehumano al paleolítico. Veamos. Mientras ha durado el neolítico, hay algo muy básico, muy esquemático, pero en definitiva muy serio, que han compartido todas las sociedades de la tierra, con independencia de sus diferencias ideosincrásicas y de sus fricciones de sentido. Todas las sociedades de la tierra han aceptado que hay tres formas de tratar las cosas o tres clases de cosas, según se las aborde con la boca, con las manos o con los ojos. Digamos que mientras ha durado el neolítico todos hemos distinguido, más allá de las convenciones y arbitrariedades taxonómicas, entre cosas de comer, cosas de usar y cosas de mirar.

Las cosas de comer u objetos propiamente de consumo ciñen el reducto del hambre. Los "comestibles" o "consumibles" son aquellos entes que no llegan nunca a tener suficiente consistencia ontológica porque su aparición es casi simultánea a su desaparición; no llegan a ser cosas porque su cumplimiento es su destrucción y nunca llegan a salir, pues, de la naturaleza de la que proceden. El alimento es el medio inmanente de la supervivencia biológica y el hambre, siempre renovada, siempre ilimitada, siempre encima del objeto, siempre con el objeto dentro, siempre rápida, siempre imparable, siempre individual, siempre presente, define el ámbito de los ciclos y repeticiones naturales, del trabajo penoso y la reproducción sexuada contra el que los griegos trataron de construir un espacio público. Para los griegos, en efecto, la ausencia de límites asociada a la pura supervivencia (apeirón) era subhumana, impropia de una "vida buena", y la confinaban por eso en el gineceo y en la ergástula, lugares de la pura reproducción de la vida a partir de los cuales imaginaron los castigos infligidos a los condenados en el Hades (Sísifo, Tántalo, las Danaides, Erisictión). Al contrario que el arte o la política, el hambre es privada (idiotés) y no ocupa ni reclama ningún espacio común. Para que una manzana esté en algún lugar hay que pintarla; para que esté fuera y podamos verla hay que dedicarle un poema. Ver es renunciar a comer. Comun-icarse es renunciar al canibalismo. En su sentido más amplio -guerra, sexo, alimento-, el hambre es la victoria de lo que Freud llamaba el ello.

Las cosas de usar u objetos fungibles son el resultado y la causa de una mediación entre el hombre y la naturaleza a partir de la cual el flujo biológico se convierte propiamente en un "mundo"; es decir, en una exterioridad frente a la cual el hombre toma conciencia de sí mismo. Los instrumentos salidos de la mano y los utensilios que producen, dotados de forma, introducen depósitos materiales de memoria y pro-yectos organizados que mantienen al hombre en una perspectiva temporal continua en ambas direcciones. Usar un objeto es recordar con los dedos el conocimiento y las relaciones sociales -cristalizadas en tradiciones, enseñanzas y ceremonias comunes- que lo han producido y que él determina. Pero usar un objeto es olvidar también su presencia objetiva y que este olvido, fruto de la proximidad del cuerpo, lo desgaste, lo erosione, lo envejezca. En otras sociedades el uso, que devuelve lentamente el objeto a la naturaleza de la que procede, aprecia y valoriza -como soporte de personalidad añadida- el objeto usado.

Tenemos finalmente las cosas de mirar o "maravillas" (del latín mirabilia, literalmente "cosas dignas de ser miradas"). Todos los pueblos de la tierra han decidido colectivamente, en una especie de plebiscito cultural ininterrumpido, renunciar a comerse y al mismo tiempo inutilizar ciertos objetos que por esto mismo, en algún sentido, religiosos o no, tendrán un valor sagrado: objetos de culto, edificios públicos, monumentos, obras de arte y también criaturas de la ciencia (desde los números a las estrellas). Al contrario que las cosas de comer o las de usar, las maravillas no están aquí, no están en mí, sino ahí, lejos del alcance de la boca y de las manos. Que no estén al alcance de la boca ni de las manos no significa que estén sólo al alcance de la mente; al contrario, si están al alcance de la mente es porque, estando ahí y no aquí, están al alcance de todos. Eso es lo que quiere decir el bellísimo y rotundo verbo impersonal "hay" (el "había una vez" con el que todo cobra existencia en los cuentos), fuente de toda objetividad y de toda comunidad. La importancia del monumento no estriba en su significado histórico sino en que genera la distancia a partir de la cual podemos mirarlo; la estatua produce la plaza, funda el espacio donde se reúnen los hombres, se reconocen recíproca existencia y se conceden el mínimo de igualdad y de diferencia para el intercambio. A partir del "hay", por oposición al "fluir", se construyen los "símbolos", en su sentido griego original; es decir, la posibilidad del contrato, la comunicación y la copertenencia: la posibilidad misma de todo conocimiento y de todo acuerdo. Las "maravillas", que nos detienen en el camino, son la garantía última contra el solipsismo; su sola existencia al alcance de la vista presupone las condiciones de una estructura mental compartida, de un espacio público mental en común; a partir de esas condiciones se podrá o no hacer política, pero sin ellas -sin las maravillas- toda política (buena o mala), como toda cultura (mejor o peor), será sencillamente imposible. Es a eso, en términos muy groseros, a lo que Kant llamaba "juicio".

Pues bien, el capitalismo es el primer orden económico-social que no reconoce esta diferencia. Es la primera sociedad de la tierra que no distingue entre cosas de comer, cosas de usar Es la primera sociedad históricamente conocida que trata por igual una manzana, un hombre, un martillo y una catedral.  y cosas de mirar.Es el primer régimen de producción e intercambio que convierte todos los entes por igual –pan, coches, semillas, ciudades y las propias imágenes de estas cosas- en comestibles. Es a esto a lo que llamamos “privatizar” la riqueza; es decir a idiotizarla –según la etimología griega- a la medida del hambre, siempre inmanente y circular. Es a esta locura a lo que llamamos “consumo” como característica paradójica de una civilización que se juzga a sí misma en la cima del progreso: comerse una mesa, comerse una casa, comerse una estatua, comerse un paisaje. Pero una sociedad que no distingue entre cosas de comer, cosas de usar y cosas de mirar, porque se las come todas por igual, es una sociedad primitiva, la más primitiva que jamás haya existido, una sociedad de pura subsistencia que necesita convocar toda la riqueza del mundo y emplear todos los medios tecnológicos –ellos mismos objetos de consumo- para su estricta y desnuda reproducción biológica.

La indiferencia, insuficiencia e ilimitación del hambre se materializa en la forma mercancía, cuya máxima perfección exige que la aparición y desaparición del objeto coincidan en un solo acto. Las armas, mercancías ideales que sólo pueden usarse una vez o cuyo uso tautológico –más aún- puede consistir en su pura acumulación ilimitada, son el metron o medida de todas las mercancías; la aceleración del proceso de renovación del mercado, la velocidad creciente del vaivén acumulación/destrucción, con el lubricante de la obsolescencia inducida, convierte todas las cosas en puros pasajes o transiciones inasibles para el uso.

 En este sentido la semilla Terminator de la casa Monsanto cumple y simboliza el destino natural de toda mercancía como un mondo vehículo de autodestrucción. Pero al mismo tiempo las armas, que destruyen lo que miran y al mismo tiempo que lo miran, son también la medida del consumidor hiperindustrial: el consumidor destruye con los ojos el objeto de su deseo y la mirada se convierte así en un puro órgano de digestión. El filósofo francés Bernard Stiegler ha llamado la atención sobre la hegemonía de los objetos temporales sobre los objetos espaciales en el horizonte de una percepción dominada por la industria de la reproducción de imágenes (televisión, informática, el acontecimiento en tiempo real), pero no se trata, a mi juicio, de un simple desdoblamiento fantasmático sino de una radical desontologización del mundo. No es que los objetos temporales dominen sobre los espaciales sino que los objetos espaciales, transformados todos en mercancías y sometidos a una aceleración secuencial vertiginosa –un empujón temporal a su finitud- han acabado por devenir todos ellos objetos temporales: las mesas, las catedrales, los teléfonos, las lavadoras, los cuerpos mismos, pasan, como las notas de una melodía. No es que las imágenes hayan acabado por desplazar a las cosas sino que las cosas mismas, renovadas a una velocidad incompatible con el uso y con la mirada, se vuelven todas ellas imágenes: imágenes de sí mismas que desfilan y sucumben –aparición/desaparición- a un ritmo acelerado, como en una secuencia de cine. Una imagen no es más que una cosa acelerada, perecida, comida, y las imágenes televisivas son en realidad imágenes de imágenes exteriores, de manera que la lavadora o el teléfono móvil se ofrecen como publicidad de sí mismos, y no como objetos de uso, y la publicidad de la lavadora o del teléfono móvil, orientada a seducir la mirada, es sólo un comestible más. La utopía amorosa de la mística y militante Simone Weil, según la cual “más allá del cielo, en el país habitado por Dios, comer y mirar serían una misma operación”, la ha hecho realidad también el capitalismo, como todas, y una vez más volteada, torcida o pervertida, como una maldición y no como una gracia. Simone Weil pensaba en un alma con labios; el capitalismo ha construido una mirada con dientes que se come también con los ojos, desprovistas radicalmente de existencia, las imágenes que previamente se ha comido con la boca. La realidad no ha sido derrocada en la televisión sino en el mercado.

Las mercancías son, pues, armas de destrucción masiva, armas que se autodestruyen en el acto mismo de su nacimiento y que destruyen así tanto la “cosa” que llevan dentro como al hombre que la ha producido. Una sociedad de consumo no es una sociedad de intercambio generalizado, como se dice, sino de destrucción generalizada. Una sociedad de consumo no es una sociedad de abundancia, como se pretende, sino una sociedad de miseria total. Su propia necesidad de producción ilimitada y su propia incapacidad para hacer diferencias la convierte en la primera sociedad de la historia sin cosas y, por lo tanto, en lo contrario de un “mundo”. El capitalismo es un nihilismo.

Como la tinaja de Wang, el capitalismo no hace distinciones entre cepillos, monedas y cadáveres. Pero no sólo no hace diferencias entre cosas de comer, cosas de usar y cosas de mirar; no sólo no hace diferencias entre bienes universales, bienes generales y bienes colectivos; tampoco puede hacer diferencias –por eso mismo- entre guerra y paz, entre derecho y violencia, entre inocentes y culpables, entre civiles y militares, entre accidente y atentado, entre verdad y mentira. Y ninguna Cruz Roja, ninguna Amnistía Internacional, ningún Estado de Derecho, ningún Observatorio de Medios, ni en la periferia ni –llegado el caso- en los centros capitalistas, podrá impedir que estas diferencias dejen de ser operantes.

La tinaja mágica de Wang, que necesita producir y destruir ilimitadamente y que no puede hacer diferencias, es el capitalismo. Pero no es mágica. La tinaja es la tierra y los hombres que la pueblan; y ni la tierra puede ser explotada sin límite ni los hombres pueden ser ininterrumpidamente atropellados sin que opongan resistencia.

Sin límites no hay cosas; ni tampoco hombres. Déjenme que les cuente ahora otra historia que dejé antes en el fondo de la tinaja de Wang.

En marzo del 2001 la compañía petrolífera AGIP, quinta refinadora de Europa, con un capital invertido en todo el mundo de 4616 millones de euros, que ha visto aumentar sus beneficios en los últimos ocho años en un 297% y con capacidad para producir 850000 barriles diarios, firma un contrato con las comunidades huaorani de Ecuador, a las que, a cambio de ceder parte de su territorio para prospecciones petrolíferas en la región de Pastaza, se compromete a entregar –literalmente- “50 kilos de arroz y 50 de azúcar, dos cubos de grasa, una bolsa de sal, un silbato de árbitro y dos balones de fútbol, quince platos, quince tazas y un armario con 200 dólares en medicinas en una única partida” (denuncia hecha por Acción Ecológica de Ecuador).

De entrada, esta historia muestra sin duda hasta qué punto las multinacionales del capitalismo globalizador constituyen la prolongación natural –mental y material- de la empresa colonial iniciada en América hace 500 años; y, como su prolongación natural, los agentes de la nueva colonización transportan la misma mentalidad contable, la misma visión despectiva del otro que sus predecesores. Los directivos de la AGIP concebían esta infame operación como un intercambio desigual entre –por un lado- hombres maduros, pragmáticos y respetables y –por otro- un puñado de indígenas atravesados en el camino del progreso cuya ignorancia e ingenuidad infantil iba a encontrar satisfacción en una poquitas cosas concretas. ¿Poquitas? ¿Cuál habría sido un precio justo y suficiente por ceder su territorio? Hoy sabemos que los hourani de Pastaza rechazaron la oferta y siguen luchando por sus tierras, pero si denunciaron entonces el contrato no fue porque las cosas ofrecidas por la AGIP fueran pocas sino porque de nada sirven las cosas si se ha perdido la tierra. Pero, bien mirada, la oferta desproporcionada de la compañía italiana tiene una vertiente muy bonita y rinde en realidad homenaje a ese indígena imaginario que no podía dejar de aceptar el trato y a su pequeño mundo medido y atinado.

 ¿Se hubiesen dejado engañar de haberse dejado engañar? ¿Quién se engaña cuando cambia una taza para beber café por 850.000 barriles de petróleo? Hay una perspectiva antropológica inconsciente, y también una auto-acusación ignorada, en el desprecio mercantil de la AGIP. Los términos del acuerdo exponen de un modo ejemplar la oposición irreconciliable entre dos sistemas de proporciones y dos condiciones antropológicas, entre el “no mundo” y el mundo, entre el “fluir” y el “haber”, entre la miseria de la abundancia y las “cosas” de la pobreza. Hay que estar muy desesperado y muy hambriento para querer apoderarse a toda costa, sin desdeñar el engaño o el crimen, de más tierras, más petróleo, más casas, más televisores, más coches, más riqueza virtual; y hay que estar muy satisfecho, muy tranquilo, muy bien pertrechado, hay que valorar mucho las criaturas y los límites, hay que medir muy bien las ventajas de los objetos para apreciar el tesoro de quince tazas y un silbato de fútbol. Entre un crecimiento del 297% y un balón, unos platos y unas medicinas, la razón, la imaginación, la moral, la salud y la poesía no tienen dudas. Entre un crecimiento del 297% y un cuenco de arroz, cualquier hombre sensato elegirá el arroz. El contrato ofrecido por la AGIP a los hourani de Pastaza revela al mismo tiempo la desmesura abstracta del capitalismo y la hechura concreta del mundo emancipado, la fuerza irrealizante de la globalización realmente existente y el contenido exacto de la civilización utópica por la que hemos de luchar: unas tazas, unos platos, alimentos con que llenarlos, un balón para jugar, algunos antibióticos y cuatro o cinco cosas más. El contrato racista de la AGIP es en realidad un programa de liberación; el indígena hourani despreciado por sus directivos –capaz de apreciar una taza y de disfrutar haciendo sonar un silbato- se parece bastante al hombre socialista, tal y como yo lo concibo; es decir, al hombre normal que hay que conquistar y que el capitalismo está a punto de superar para siempre.

Llamemos “hombre” –en virtud de un acuerdo, si se quiere, convencional- a esta criatura finita, aproximada, irregular, bastante lenta, capaz de hacer diferencias elementales, que desprendió el neolítico y ahora está a punto de extinguirse junto con once mil especies de animales y plantas. El contrato ofrecido por la AGIP revela precisamente este combate contra el hombre, la contradicción insalvable entre dos modelos sociales y psicológicos que yo he resumido numerosas veces con la fórmula: “poco es bastante; mucho es ya insuficiente”.

El hombre es poco; es decir, bastante: esa reducida constelación de objetos (y las condiciones que las garantizan) que permite mantener abierto un “mundo”. Por debajo y por encima de ese nivel hay infrahumanidad y sobrehumanidad e infrahumanidad y sobrehumanidad coinciden en que a ambas les faltan siempre cosas. La cotidianeidad social del capitalismo es la de un sistema que mantiene a la mayor parte de la población por debajo de la humanidad mientras retiene a una minoría local por encima de ella: en uno y otro lado, por debajo y por encima del hombre, domina el hambre generalizado. El infrahumano tiene hambre; el sobrehumano tiene más hambre. La abundancia capitalista es tan miserable como la miseria que provoca en sus vastas periferias; ha superado ya ese nivel a partir del cual la vida es siempre y sólo una permanente carencia. La así llamada sociedad de consumo es una sociedad que se fundamenta en, y se explica por, lo que todavía no tiene.

El capitalismo sitúa permanentemente al hombre por debajo y por encima de sí mismo, se reproduce sin descanso produciendo infrahumanidad y sobrehumanidad. La pregunta que se impone naturalmente incluye, pues, una doble cuestión. ¿Cuántas cosas tiene que conquistar un africano o un latinoamericano para llegar a ser un hombre? Pero también: ¿cuántas cosas hay que quitarle a un consumidor europeo o estadounidense para que vuelva a ser un hombre? En términos puramente contables –en número de cosas- la pobreza está mucho más cerca de la mesopotamia o línea media de la humanidad que la riqueza.

El hambre no sólo marca la existencia biológica del llamado Tercer Mundo sino también la consistencia estética y psicológica del occidente presuntamente desarrollado. En algunos –muchos- lugares de la tierra el hambre es una forma de morir; en otros, los menos, el hambre es una forma de comer, de vestir, de hablar, de pensar, de mirar, de escoger.

El hombre, decíamos, es poco, es bastante: una memoria finita, una imaginación finita, una razón finita, un cuerpo finito, un hatillo de cosas finitas. No se puede entender, pues, en qué consiste la psicología del hambre que caracteriza al consumidor capitalista sin explorar previamente el triple colapso que la ausencia de cosas de la abundancia opera sobre la memoria, la imaginación y la razón. Me detendré brevemente en estos tres puntos.

La estética y la psicología de la abundancia giran en torno al concepto de novedad. La renovación permanente de las mercancías, que convierte los objetos espaciales en objetos temporales, barre del mundo todos los depósitos materiales de memoria: vivimos en la primera civilización de la historia que no deja “ruinas”, que se reconstituye hasta tal punto deprisa que no deja ni siquiera “restos” o “fósiles” que sirvan de testimonio de un estilo muerto o de un camino abandonado. Como decía el sociólogo estadounidense Richard Sennet, de la Nueva York de fibra óptica y cristal quedarán en el futuro muchas menos huellas que de la Roma Imperial. Al mismo tiempo, la continuidad temporal queda fragmentada en un desfile de acontecimientos-mercancía, desplazados y negados por su propia singularidad advenediza, sin aufhebung posible, y que se suceden de manera tan rápida que en realidad no suceden nunca (ni en ningún lugar). El carácter “histórico” de todos los acontecimientos (“una final histórica”, “una boda histórica”, “un acuerdo histórico”, titulan todos los días los medios de comunicación) entraña la abolición de la historia misma; los acontecimientos caen del cielo, fuera de toda genealogía, sin inscribirse ya jamás en esa cadena de causas y efectos que los conecta entre sí y a nuestro presente. El fetichismo de la mercancía en relación con el tiempo se llama “noticia” (“nouvelle” en francés, “nueva” en castellano antiguo). Paradójicamente, nuestra capacidad sin precedentes para archivar tecnológicamente el pasado es inseparable de nuestra incapacidad para recordarlo y, más importante, para vivirlo. La repetición de la novedad, la novedad como repetición, característica del presente perpetuo del hambre, ha acabado por aplastar toda perspectiva y toda profundidad temporal. No tenemos pasado, no tenemos historia, no tenemos apenas biografía; somos nuevos cada mañana en una renovación ininterrumpida que aspira trágicamente a una sincronía de destrucción con el objeto del deseo. El instante –guisante- es la agonía de un punto intenso que no puede durar.

Pero la cara incusa de la novedad, su revés tenebroso, es la caducidad, el terror también permanente a la obsolescencia anidado en la psicología del consumidor. La obsolescencia está inscrita en la ley misma de la renovación acelerada de las mercancías como su amenaza y su elipsis. Es ya lo único reprimido en una cultura sin sublimación, el último puritanismo en una sociedad que ha liberado el ello bajo la luz del sol. Es el último fantasma de un cuerpo enteramente profano, sin sombras ni rendijas: la duración, la corrupción material, la mancha irreversible contra la que no hay posible jabón. La obsolescencia se convierte en la maldición de un cuerpo que, frente al mercado, como frente a la máquina, es siempre viejo, caduco, limitado, primitivo, imperfecto. La estética y la psicología del consumidor implican (consisten en) una permanente lucha, titánica y finalmente inútil, contra la obsolescencia insidiosa, contra la memoria incrustada en el cuerpo, contra el tiempo latente, sordo y repentinamente explosivo. Necesita ocultar, borrar, reprimir los muertos que lleva dentro y los que produce en el exterior. La estética del consumidor es la estética de la eternidad ilusoria, el rechazo tecnológico, aparatosísimo, materializado en artilugios y rituales, de la vejez y de la muerte: el alumbrado nocturno de las grandes ciudades, por ejemplo, que destierra las sombras amenazadoras de los callejones y oculta las estrellas, testigos de nuestra finitud, revela todo el derroche ecológico que acompaña a una ansiedad enfermiza. Hay que quemar el mundo para proclamar el triunfo ilusorio sobre la muerte mediante un Mediodía Perpetuo. En este sentido, la estética del mercado comparte este rasgo con todas las ideologías imperiales que, desde la Roma de Augusto al III Reich alemán, han predicado y escenificado la sobrehumanidad de los hombres: la afirmación –es decir- de la propia eternidad asociada a ceremonias materiales de exhibición espectacular. El triunfo romano o las paradas militares organizadas por Hitler, teatros vivos destinados a representar la invulnerabilidad e inmortalidad del Imperio, tienen hoy su equivalente industrial en el ininterrumpido espectáculo de las vallas publicitarias, los escaparates comerciales siempre nuevos y las luces siempre encendidas, como el fuego de Vesta, de las grandes avenidas. En realidad los anuncios de coches, perfumes, electrodomésticos, cosméticos o comidas preparadas no hacen publicidad de productos concretos; hacen publicidad de la eternidad del sistema. Dentro de él, cada individuo es a su vez un imperio inmortal que refleja y reproduce la ilusión total, nutrida desde fuera por la muerte tranquilamente asumida de millones y millones de hombres.

Pero no sólo se trata de la memoria. El filósofo alemán Gunther Anders alertaba en 1980, pocos años antes de su muerte, sobre el verdadero peligro que acecha hoy a la civilización humana y sobre la nueva fuente de culpa e inmoralidad: “no la sensualidad ni la improbidad ni la relajación de costumbres, ni siquiera la explotación, sino la falta de imaginación”. Asociada a sus ojos al desarrollo tecnológico capitalista cuyo punto de no retorno lo constituye la siempre olvidada Hiroshima, Anders exploró desde la década de los 50 lo que él llamaba “declive prometeico” para señalar la desproporción existente entre nuestras acciones y nuestras representaciones, entre lo que somos capaces de hacer y lo que somos capaces de imaginar. La relación entre el dedo banal que libera la bomba y los 200.000 muertos cinco mil metros más abajo, en medio de una orquídea de humo, resulta inconcebible para una imaginación finita, suspendiendo así la conmensurabilidad empírica del orden moral neolítico. Esta fractura o desproporción –el “declive” entre el hombre y sus productos- se traduce psicológica y socialmente en la agnosia, término que Anders rescata de la psiquiatría para describir la incapacidad del hombre, inscrita en la consistencia material del mundo y en su mediación tecnológica, para reaccionar de un modo moralmente proporcionado frente a las consecuencias de sus acciones. El caso de Hiroshima es ejemplar: mientras que Claude Eatherly, el piloto que señaló la ciudad como objetivo del primer ataque nuclear, acabó encerrado en un manicomio militar por sus “sentimientos de culpa” y tratado como un enfermo y un criminal, los otros “héroes” de Hiroshima recibieron y aceptaron homenajes populares, el coronel Thibet, al mando del Enola Gay, se mostró orgulloso de su acción y se declaró dispuesto a repetirla y el presidente Truman, último responsable del bombardeo, al final de su vida sólo se arrepentía frívolamente de “no haberse casado antes”. A estos ejemplos de “colapso de la imaginación” –indiferencia normalizada, agnosia socialmente integrada- podríamos añadir hoy algunas decenas más con tan sólo asomarnos a las noticias y declaraciones relacionadas con la guerra de Iraq o con la reciente “invasión de España” por parte de los inmigrantes subsaharianos retenidos en jaulas y abandonados luego en el desierto. La imaginación finita del hombre, que opera horizontalmente de un particular a otro, a través de conductores concretos, no tiene capacidad para representarse de un modo ético y afectivo los excesos de una tecnología que mata desde el aire y en cifras inasimilables para la conciencia (según un modelo rutinariamente aceptado como disculpable o incluso humanitario frente al horror absoluto de Auschwitz); como tampoco puede “imaginar” –más allá de Anders- la conexión entre un acto banal y placentero (el consumo de carne o la compra de un nuevo teléfono móvil) y la muerte de millones de personas en Indonesia o en el Congo. La ilimitación del capitalismo, como la de la tinaja de Wang, desborda y colapsa esa imaginación neolítica que sólo sabe establecer relaciones entre concreciones analógicas inmediatas. En ese sentido, el éxito de las telenovelas o “culebrones” de la televisión se debe en parte a que sigue ofreciéndonos a los indígenas del Primer Mundo, cómo último reducto en medio de fuerzas abstractas descomunales, un universo antropológicamente reducido y familiar, una sociedad manejable a la medida de nuestra capacidad para juzgar y decidir, ya superada por la complejidad causal del mundo globalizado. La contradicción entre la “familiaridad” de los programas de televisión y la “impersonalidad” de las fuerzas que operan en el mundo, en las que nuestra imaginación no puede penetrar, explica por otra parte uno de los rasgos dominantes de la psicología del consumidor; es decir, máximo sentimentalismo y máxima indiferencia.

Obviamente, el colapso de la memoria y de la imaginación comporta el consiguiente colapso de la razón, la cual no puede funcionar a partir de puros objetos temporales que desaparecen en el acto mismo de su aparición (imágenes rapsódicas, presente puro, red sincrónica de gestos in-significantes) y a partir de los cuales no se puede forjar ningún concepto. Esta triple derrota neolítica –de la memoria, la imaginación y la razón- se traduce en un nihilismo estético-psicológico espontáneo del que podemos destacar rápidamente al menos tres rasgos:

- La agnosia o, más radicalmente, la imposibilidad de la experiencia. A los consumidores nunca nos pasa nada. Disueltos en el continuo presente del hambre, desbordados en nuestra capacidad de representación por la propia hechura tecnológica-mercantil de los acontecimientos, roto nuestro compromiso más elemental con la realidad por la propia sobre-complejidad de sus estímulos, los consumidores no necesitamos ya ser “engañados” o “distraidos”; no es que se nos “entretenga” o se nos mantenga “alienados” mediante manipulaciones más o menos sofisticadas y conscientes. Ya casi no es necesario. A los consumidores no nos falta conciencia sino experiencia. La in-diferencia, inscrita en la forma mercancía como en la tinaja de Wang, se convierte en la normalidad de la percepción, en sus síntesis interiorizada y natural. Por primera vez –podría decirse- una sociedad lo sabe todo y no experimenta nada. El “declive prometeico” entre lo que podemos hacer y lo que podemos imaginar es paralelo a este otro entre lo que podemos saber y lo que podemos sentir. ¿Qué tiene que pasar, qué tiene que haber pasado siempre ya para que, pase lo que pase, nunca pase nada, nunca nos pase nada? La característica de la sociedad capitalista hiperindustrial es precisamente la de que en ella no hay nada oculto, nada que sacar a la luz, nada que atraer a la superficie; la de que en ella –es decir- la realidad se oculta precisamente porque se muestra siempre a la vista. Marx, Freud, Nietzsche voltearon el forro de la historia y del psiquismo y lo extendieron bajo el sol. Ahora todo es superficie: lo sabemos todo, lo vemos todo, podemos desearlo todo sin sublimaciones ni rodeos: no nos ocurre nada. El capitalismo ha sobrevivido no sólo a sus resistencias y revoluciones; ha sobrevivido –más decisivo- a su propio autoconocimiento. Allí donde han colapsado la memoria y la imaginación, conocimiento y experiencia quedan definitivamente fracturados, en celdas discontinuas, y el aumento de la información es paralelo a una disminución de la experiencia. El totalitarismo del conocimiento va acompañado –y sólo por eso el capitalismo puede permitírselo- de un nihilismo de la sensibilidad. Bloqueado ese pasaje, de la información a la experiencia, queda asimismo desactivado el motor de todo cambio: la acción. En los centros hiperindustriales, el capitalismo necesita recurrir cada vez menos a la represión o a la manipulación: le basta con suprimir el sujeto mismo de la experiencia.

- La anomia o, más radicalmente, el colapso de la responsabilidad. La insistencia en el modelo Auschwitz allí donde domina en realidad la estructura Hiroshima mantiene la ilusión inoperante de una moral neolítica en la que el consumidor –como el piloto del F-16- no tienen nada que reprocharse. Nuestros actos disuelven su responsabilidad en una red de consecuencias complejas, aplazadas e inimaginables, cuyas conexiones ya no pueden establecerse con la simplicidad etiológica que regula la relación entre un cuchillo y un cadáver. Matar desde el aire, matar desde el supermercado, matar desde la televisión, matar con un dedo, matar con un voto, matar con un tenedor, son finalmente incidencias meteorológicas en el seno de una naturaleza autogestionada (el mercado) en la que nunca pasa nada y que está ocupada sin centro por el heredero de Dios; es decir, Nadie. Sin memoria para encadenar el tiempo ni imaginación para conectar el espacio, la psicología del consumidor se abandona a la inocencia terrible de la discontinuidad libidinal, a la sincronía ingenua y destructiva del ello y del objeto del deseo. Claude Eatherly fue una anomalía en el régimen normalizado del “declive prometeico”; a causa de un exceso de imaginación, de una especie de santidad o heroísmo visual, experimentó al mismo tiempo el dolor de los otros y su propia responsabilidad. Pero Thibet y Truman eran desgraciadamente normales y medían desde el neolítico acciones impuestas desde la sobrehumanidad y cuyas consecuencias se extraviaban también en un medio sobrehumano. Auschwitz puede ser inexplicable, pero es en cualquier caso imaginable y, por lo tanto, punible. La estructura Hiroshima –que es la estructura misma del mercado- desborda toda imaginación y convierte de hecho a los consumidores en inocencias banales exentas de toda responsabilidad. El “declive prometeico”, en definitiva, impone la necesidad de una nueva penalidad y de una nueva moralidad fundada –como expresa el título de un libro de Anders- “más allá de los límites de la conciencia”.

- La afasia o, más radicalmente, la imposibilidad del contrato. Si el sujeto ya no es ni sujeto de experiencia ni sujeto de responsabilidad, ¿qué es? La transformación de todos los objetos espaciales en objetos temporales y la sincronía entre el flujo de la conciencia y el flujo del tiempo social, ceñido a la sucesión de imágenes y de mercancías, conduce a lo que Bernard Stiegler denomina “miseria simbólica”; es decir, a la suspensión del “principio de individuación” y con él a la imposibilidad de una convergencia trófica en el mundo común. La sociedad de consumo, considerada la más individualista de la historia, consiste paradójicamente en una negación ininterrumpida de las condiciones de toda individuación de la memoria y la experiencia a favor de una simple hiperinflación de egos estereotipados, cerrados e idénticos como mónadas e incapaces por eso mismo de constituir una “comunidad”. El “sujeto” ha sido definitivamente sustituido por un ello industrialmente formateado en su aislamiento: un ello que discurre al mismo tiempo que el flujo de los entes y el de los otros ellos y que sólo comparte con los demás su radical falta de consistencia (otro término muy stiegleriano). Una sociedad de consumo es una sociedad en la que el aislamiento absoluto viene determinado por una integración también absoluta: el hecho de que todos miramos por separado al mismo tiempo las mismas cosas que pasan. El “yo” en la época de su reproductibilidad técnica agota todo su contenido en una privatización en serie del estereotipo. La psicología del consumidor es un acto de guerra permanente contra los otros (contra el “nosotros”) porque constituye, más abajo, un acto de guerra contra las condiciones mismas del contrato social, de la credibilidad y del lenguaje. Eso es lo que quiere decir miseria “simbólica”, la pobreza estructural para la producción de “símbolos”; es decir, para la construcción de consistencias y co-pertenencias a partir de la actividad de egos diferenciados. Incluso si no matásemos desde el aire y desde el televisor, desde el supermercado y con el tenedor, incluso si ninguna imaginación santificada pudiese establecer el mapa de las conexiones mortales entre la banalidad cotidiana de Occidente y la destrucción del resto del mundo, incluso si pudiésemos permitirnos nuestros hábitos y nuestros gustos, el dominio del ello industrial en el mercado comporta de hecho, en cada una de sus manifestaciones, un atentado contra el marco de entendimiento entre los hombres. Incluso si esa estética y esa psicología no multiplicara, como la tinaja de Wang, los cadáveres, mataría en todo caso la estructura misma –psicológica y política- de eso que convencionalmente hemos llamado “hombre”.

A “la opción preferencial por los pobres”, a la “opción preferencial por los otros” que predicaba Martín-Baró se opone “la opción preferencial por el ello”, que es la opción de todo un orden social y material sostenido por multinacionales, ejércitos y… psicólogos. La sociedad de consumo, en efecto, es una sociedad psiquiatrizada de arriba abajo en la que especialistas tutelan y acompañan a este individuo industrial desde su nacimiento hasta su muerte; prueba, sin duda, de la insostenibilidad mental del consumidor, pero acusación también contra los psicólogos y psiquiatras, los cuales han aceptado por convertirse en algo así como abogados del ello a la medida de la sincronización de las conciencias en el mercado. Tengo que acabar y apenas si puedo ya apoyarme en la lectura de Egolatría, un libro extraordinario escrito por el psiquiatra español Guillermo Rendueles, para señalar la singular coincidencia entre los tres rasgos arriba mencionados (agnosia, anomia y afasia) y los resultados de la práctica psiquiátrica occidental, tal y como él los denuncia. Los resumo a continuación con alguna libertad verbal:

- Desdramatización de los acontecimientos. Después de un divorcio, antes de un examen, como consecuencia de un accidente, un fracaso laboral o una pérdida irreparable (la muerte, por ejemplo, de un ser querido), la presencia automática del psiquiatra o del psicólogo está destinada a bloquear la experiencia individual y social del "duelo", cuya lenta maduración amenaza con ralentizar o entorpecer la "restauración" del yo flexible reclamado por la sociedad post-moderna. Como con los 3.000 muertos de Macondo, nunca pasa nada, a uno nunca le pasa nada de lo que deba extraer una lección, conservar un recuerdo o deducir una acción. En una caricatura extrema, podríamos decir que incluso el asesino es conducido al psiquiatra, no para que éste valore la concurrencia de factores psicológicos en la comisión del delito, sino para que no se "traumatice" por lo que ha hecho.

- Irresponsabilización de la conducta. Si no pasa nada, las cosas no las hace nadie y las acciones no se examinan a la luz de una instancia decisoria (sujeto ético o psicológico) sino del placer que reportan: del derecho a la "realización personal" a remolque de los sucesivos "yo" contextuales y superficiales, sin costuras causales, que se suceden en el cuerpo y de los "deseos" que los dominan. El psiquiatra, que bloquea el "duelo", normaliza la ausencia de sujeto como rutina del derecho postmoderno. La responsabilidad queda reservada para los pueblos no occidentales y, en Europa y los EEUU, para los fumadores.

- Privatización del conflicto. En un texto anterior (incluido en un libro todo él recomendable, IKE, retales de la reconversión, de Ladinamo Libros, 2004), Guillermo Rendueles había demostrado de un modo inobjetable, a partir del caso de las trabajadoras de IKE encerradas en la fábrica en defensa de sus puestos de trabajo y luego conducidas a su consulta como víctimas de distintos "trastornos" y "desórdenes" neuróticos o depresivos, había demostrado -digo- la envidiable salud mental de unas mujeres cuyo "malestar" se presentaba, y adquiría rasgos "privados", como consecuencia de una derrota colectiva. El psiquiatra -en este caso el propio autor- se veía obligado a tratar como un desarreglo psicológico y privado un problema político y colectivo cuya solución sólo podía ser, por tanto, política y colectiva y cuyo carácter político y colectivo (el del problema y el de la solución) era ignorado por las propias pacientes, las cuales acudían angustiadas al consultorio para una "reconversión" individual. La psiquiatrización masiva de la población, de un modo premeditado o no, funciona de hecho como una privatización institucional del conflicto político, mediante la cual se "psicologiza" el paro, el trabajo precario, la explotación laboral y el llamado mobbing o "acoso psicológico" de los empleados. Una sociedad reducida a los puros vínculos privados -contratos bilaterales cada vez más fugaces- y tutelada por una tropilla de mecánicos-psicólogos es una sociedad en la que finalmente -cito experiencias desgraciadamente reales- el sindicato de una empresa defiende a sus afiliados de los malos tratos del jefe costeándole una terapia o regalándole un "manual de autoayuda" y los empleados de una institución aceptan como creativa y eficaz la propuesta de masajearse recíprocamente los pies en las horas de descanso para combatir el estrés.

Las conclusiones son claras: si la liberalización del hambre, la privatización de la mirada y la “miseria simbólica” que la acompañan son al mismo tiempo la respuesta y la causa del nihilismo capitalista, incapaz de hacer diferencias entre cepillos, monedas y cadáveres, la “salud mental” pasa necesariamente por una recuperación –precisamente- de la experiencia, la responsabilidad y la comunidad. Esa, creo, era de alguna manera la propuesta de Martín-Baro. La verdad ni cambia nada ni cura a nadie. ¿O sí? La verdad es no sólo curativa sino también transformadora de las condiciones del mundo sólo cuando reúne, agrupa, socializa, frota, funde y solivianta las desdichas privadas.

© La Jiribilla. La Habana. 2006
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Las prisiones europeas de la CIA

Las prisiones europeas de la CIA

Un fax que sacudió la opinión pública mundial
Las prisiones europeas de la CIA: la pista suiza
Sergio Ferrari y Theodora Peter

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A inicios de abril de este año un informe detallado de Amnistía Internacional denunciaba los miles de vuelos ilegales ejecutados por la Central de Inteligencia Americana (CIA) entre 2001 y 2005. Dichos vuelos, en muchos casos violando el espacio aéreo, utilizaron impunemente aeropuertos europeos, entre los cuales Zürich y Ginebra en Suiza.

La “transferencia” o “traslado” de personas sospechosas de supuestas actividades terroristas aparece como el principal objetivo de esas acciones ilegales.

Esta denuncia realizada por Amnistía explota casi tres meses después que los periodistas suizos Beat Jost y Sandro Brotz denunciaran públicamente en el prestigioso semanal “Sonntagsblick” la existencia de prisiones clandestinas de la CIA en varios países europeos, entre ellos Rumania y Polonia.

Revelaciones que produjeron un verdadero terremoto político entre la opinión pública mundial.

Entrevista exclusiva con los dos periodistas del semanal suizo alemán quienes acaban de publicar un libro que continúa levantando olas: “CIA- cárceles en Europa: el affaire del fax y sus consecuencias”. Que incluye también un análisis del senador suizo Dick Marty, quien presidió la comisión especial de investigación sobre este tema por mandato del Consejo de Europa.
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P: El fax secreto develado por el “Sonntagsblick” en enero pasado provocó una gran agitación de la opinión pública. ¿Cómo vivieron ustedes este momento siendo los principales actores que destaparon el escándalo?

Jost: Muy bien, como algo cautivante y excitante.

Brotz: único, intenso y un poco loco.

P: ¿Se podría pensar que en tanto periodistas-actores están soportando fuertes y diversas presiones?

J: Claro que ha habido presiones del Consejo Federal (gobierno suizo) y del ejército. Pero resistimos, contando con el apoyo de nuestro redactor en jefe Christoph Grenacher que nos protegió completamente. Estas reacciones nerviosas nos sirvieron para comprobar que ese fax egipcio era, en primer lugar verdadero, y en segundo lugar políticamente explosivo.

P: ¿Por qué tan explosivo? Algunos dicen que ese fax es insignificante…

J: El Consejo Federal quisiera que así fuera, pero los hechos son diferentes. A través de ese fax que provenía del Ministerio del Exterior de Egipto, por primera vez un Estado confirma la existencia de prisiones de la CIA en Europa. Adicionalmente, ese documento secreto develado por el “Sonntagsblick” muestra que el gobierno suizo estaba enterado del asunto desde hacía meses.

P: ¿El Gobierno suizo sabe entonces más de lo que reconoce?

J: Estamos convencidos de ello. A través del sistema de interferencia satelital “Onyx”, los servicios secretos suizos disponen de instalaciones de escucha que son caras y sofisticadas. Si los agentes que trabajan con esos medios no obtienen más informaciones, deberían de pensar en cortar esas instalaciones de inmediato. En ese sentido hago mías las declaraciones de Hans Hofmann, senador por Zurich, presidente de la delegación de la Comisión de Gestión (ndr: encargada de controlar en detalle las actividades en las cuestiones de seguridad del Estado y servicios de información) quien afirma que el fax egipcio es una pieza más de un mosaico. Esta comisión tiene por mandato. El gobierno suizo tendría entonces mucha más información sobre este asunto.

P: ¿Y por qué, entonces, no lo asume?

B: Porque le molesta reconocer que Suiza espía a otros Estados. Y sobre todo, Berna, teme de provocar el enojo de la Administración Bush. Y es por esto que el Consejo Federal trató desviar el verdadero eje y lanzó toda la artillería de sanciones potenciales de la justicia militar y del ministerio público (fiscalía) de la Confederación contra nosotros. Por el resto, el gobierno helvético se comportó según el dicho “no ver nada, no escuchar nada, no decir nada”, lo que resulta indignante para una democracia.

P: ¿Hubo también reacciones positivas, recibieron testimonios de solidaridad?

B: Es real que muchos medios de comunicación, conocido el asunto, retomaron la versión oficial, a la excepción de los cotidianos “Tages Anzeiger” o el “Basler Zeitung”. La televisión de la suiza alemana, luego de un primer momento de duda, retomó luego el tema. Algunos otros medios, como los semanarios “Weltwoche” y el “Facts” denigraron el asunto. Nosotros lo vivimos con mucha serenidad. Como dice mi colega Jost: los celos son la prueba suprema del reconocimiento.

P: Los partidos políticos helvéticos se expresaron también con mucha prudencia…

R: ¿ Prudencia? La Unión Democrática de Centro (ndr: derecha conservadora) nos trató de “traidores a la patria” y como una “vergüenza para el país”. Algunos parlamentarios de ese partido así como del Partido Radical Democrático (ndr: la derecha empresarial) intentaron hacer de todo para minimizar el asunto. En cuanto al Partido Socialista (ndr: socialdemócrata), se mantuvo mudo, ya que debe solidarizarse con sus representantes en el gobierno. Sólo los diputados “verdes” Jo Lang, Franziska Teuscher y Daniel Vischer ejercieron una real presión en el Parlamento y en las comisiones del mismo para clarificar el asunto.

P: Justamente una moción parlamentaria exige la abolición del artículo 293 del Código Penal suizo que sanciona la publicación de debates oficiales secretos ¿Sería una medida suficiente para mejorar la situación de los periodistas?

J: El artículo 293 debe desaparecer, eso es un hecho. El antiguo Ministro de Justicia, Arnold Koller, lo calificaba ya entonces como algo perimido. Pero también debería desaparecer la justicia militar. Es una reliquia heredada de la segunda guerra mundial. No tiene más razón de ser, y sobre todo en el terreno civil, en tanto máquina de represión contra la libertad de prensa.

P: La defensa de la protección de las fuentes no es una prioridad, sin embargo, para muchos periodistas...

J: Es realmente grave que la justicia pueda perseguir a los periodistas y posiblemente espiarlos, sin que nadie proteste. Nosotros dos no somos los únicos afectados. Varios de nuestros colegas de otros medios de información están también en la mira de la justicia.

B: Cada periodista debería comprometerse contra los métodos de control. Lo que se practica aquí desde hace años pone en peligro el status de la profesión en general y no debe ser aceptado. El Estado intenta así de ponerle trabas al periodismo crítico. Más de un periodista se contenta de pasar de una conferencia de prensa a la otra. En todo caso no es mi concepción sobre la profesión. Y al margen de la concurrencia real entre los medios de información, los editores deberían también asumir un compromiso para confrontar la caza de brujas contra los periodistas.

P: Ustedes acaban de publicar un libro sobre todo este “affaire”. ¿Cuál es el objetivo? ¿Defenderse?

B: En realidad no se trata de nosotros y nuestra situación sino del hecho que sigan existiendo prisiones secretas de la CIA en suelo europeo en el siglo XXI. El continente entero está implicado en este escándalo, según las conclusiones del investigador especial del Consejo de Europa Dick Marty. Se trata de un gran escándalo que, incluso en Suiza –país depositario de la Convención de Ginebra- iba a ser barrido del mapa. Nuestro libro relata el desarrollo de este asunto en los pasillos del Consejo Federal y de los servicios secretos. Y explicamos también como logramos poseer el documento secreto. Pero, evidentemente no damos a conocer el nombre de nuestro informante…
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Un libro de denuncia

Un documento explosivo de los servicios secretos suizos deambula sobre uno de los asientos de un vagón de un tren “Intercity”. A través de ese documento un Estado confirma, por primera vez, la existencia de prisiones secretas de la Central de Inteligencia Americana en Europa. Los periodistas Sandro Brotz y Beat Jost hacen explotar este escándalo y desde entonces son perseguidos por la justicia.
“Exclusivo. La prueba: existen prisiones secretas de la CIA en Europa”. Con ese título, el “Sonntagsblick” en su edición del 8 de enero del 2006 lanza una primicia que atrae la atención del mundo entero. Un fax del ministerio de exteriores de Egipto , interceptado por los servicios secretos del ministerio de defensa suizo cae en las manos de un periódico.

El libro político-policial de Sandro Brotz y Beat Jost devela los trasfondos del escándalo del fax. Por otra parte, prueba como los procedimientos arbitrarios y la práctica laxista de la justicia hacia los acusados de terrorismo, minan las bases mismas de los Estados democráticos. Su contenido muestra como el documento secreto cayó en manos de los periodistas. Como las autoridades helvéticas trataron de minimizar el escándalo. Como el investigador especial del Consejo de Europa, Dick Marty, pone en cuestión las prácticas de los Estados Unidos. (Sergio Ferrari

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¿De qué va la globalización capitalista?

¿De qué va la globalización capitalista?


Ecologistas en Acción
Marzo 2004

¿De qué va la globalización capitalista?


Vivimos inmersos en un mundo de crecientes desigualdades que se encamina hacia una crisis ecológica sin precedentes. La causa es la actual fase del capitalismo: la globalización, en la cual el principal valor por el que se rigen el mundo es el del beneficio económico a corto plazo. Así, desde el poder se han tomado los anhelos de grandes capas de la población de globalizar las relaciones humanas, utilizándolos para desarrollar la cara más brutal del capital. A continuación se describe someramente en que consiste la globalización económica.

Economía productiva

A escala planetaria existe una distribución de la producción. La Periferia exporta materias primas y manufacturas intensivas en mano de obra y el Centro productos de alta tecnología, producción inmaterial (como la cultural) y productos alimentarios primarios. Pero los productos de la Periferia han ido bajando de precio paulatinamente, mientras que con los del Centro ha ocurrido lo contrario. El control de los precios se realiza mediante: proteccionismo (de los productos del Centro frente a los de la Periferia), dumping (median-te la subvención o producción a gran escala), y los monopolios (el más importante es el de la tecnología, sustentado por las patentes).

Economía financiera

Actualmente el dinero que se mueve en bolsa es mucho mayor que el que se mueve mediante la compraventa de mercancías. En la bolsa se intercambian principalmente: moneda (con mucho el mercado más importante), acciones de empresas, y deuda pública (todos los estados del mundo funcionan en base a préstamos, que serán a un interés menor cuando más fiable sea el país). De este modo, las economías ya no dependen tanto de cómo vaya su producción, sino de la muy volátil fiabilidad de los estados para los inversores, y de las posibilidades de los grandes capitales de hacer negocios a costa de cualquier cosa.

Instituciones claves de la globalización

Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial (BM): El objetivo del FMI es conseguir que los países del Periferia puedan seguir pagando su deuda externa, y creen las circunstancias político-económicas para que las empresas del Centro puedan seguir controlando la producción mundial. Así, el FMI trabaja en coordinación con el BM y plantea las condiciones que debe cumplir un estado para obte-ner un crédito del BM o de él mismo (las vemos más abajo). Las dos instituciones están controladas por los países centrales, ya que en ellas el número de votos es función del dinero que se aporta.

Organización Mundial del Comercio (OMC): Su finalidad es promover a escala planetaria la liberalización económica. En la OMC cualquier estado miembro o empresa puede denunciar políticas de otro estado que considere que restringen el libre comercio. La OMC también está controlada por el Centro, aunque tome sus decisiones por unanimidad, ya que éste hace valer su capacidad de presión y chantaje.

Organismos regionales: La Unión Europea, y otras organizaciones similares, tienen su razón de ser, por encima de las retóricas, en la búsqueda de un mercado unificado a escala interna, que permita a las mul-tinacionales y gran capital de los países dominantes proyectarse hacia el exterior, con la ganancia de po-tencia que se deriva de la ampliación de su mercado doméstico.

Multinacionales: Han ganado mucho peso frente a los estados, no sólo porque tienen el mismo estatuto en organismos como la OMC, sino también porque su capacidad económica los rebasa. Además, su in-terrelación con el poder político los hace indistinguibles en muchos casos.

Ejércitos: Hay que destacar a la OTAN y al ejército de EEUU. Los ejércitos están siendo utilizados para imponer el capitalismo global (allá donde los medios políticos no bastan), para contener rebeliones (cuando las desigualdades hacen que se terminen produciendo estallidos violentos), y como valedores de la seguridad para el capital (requisito imprescindible para que el sistema siga funcionando).

Políticas que se están implantando para hacer posible la globalización

Bajada arancelaria: Para que la economía funcione a escala global se está imponiendo una bajada aran-celaria en la Periferia (las importaciones en estos estados no se ven encarecidas por impuestos aduane-ros), pero no así en el Centro. Así las multinacionales se están haciendo con los mercados de la Perife-ria, destruyendo la economía local. Además se están aumentando las emisiones de CO2, la construcción de infraestructuras o el sobreempaquetado de los productos.

Control de la inflación: Responde a la necesidad de que los precios de las cosas se mantengan dentro de unos márgenes previsibles para que funcione el mercado global. Esto se hace aunque se esté destru-yendo empleo, por ejemplo.

Desregulación de mercados financieros, libre circulación de capitales y liberalización de las inversiones: Este punto tiene una especial importancia para EEUU, ya que es el estado más endeudado del planeta. Su deuda la está financiando por los flujos financieros que le llegan del exterior, gracias a la desregula-ción de los mercados financieros y la libre circulación de capitales. Actualmente se está haciendo espe-cial hincapié en la liberalización de las inversiones. El objetivo es que desde el Centro se pueda invertir (y retirar la inversión) sin cortapisas, no importando las consecuencias que ello pueda ocasionar.

Desregulación laboral y ambiental: Se justifica aludiendo a la necesidad de que los estados sean compe-titivos.

Impulso de las economías del Periferia hacia la exportación: Se busca que, con el dinero que obtengan, puedan hacer frente al pago de la Deuda Externa. Además, se impulsa la especialización de la produc-ción en pocos productos. Otro aspecto importante es que no se está potenciando la producción de bie-nes de primera necesidad. Todo esto produce que las economías de la Periferia sean dependientes de cómo se marquen los precios en los países consumidores (los del Centro) y que, además, se esté des-truyendo la agricultura de subsistencia. Además hay una fuerte apuesta por la agricultura industrial y la sobreexplotación de los recursos, con todos los problemas ecológicos que ello acarrea.

Privatización de todo: Con esto se está produciendo una nueva transferencia de riqueza de la ciudadanía hacia las empresas, una mayor dependencia de la Periferia respecto a las multinacionales del Centro, y la gestión, bajo el único objetivo del beneficio, de recursos como el agua o la sanidad.

Reducción de gastos sociales y ambientales: Ya que no hacen crecer la economía.

Fomento del consumismo: Como motor de la economía a pesar de los problemas ambientales que pro-duce.

¿Qué hacer?

Desde Ecologistas en Acción creemos que las alternativas pasan por buscar economías basadas en la producción y consumo locales con criterios ambientales y sociales. Pero no sólo eso, también tenemos que buscar un cambio de paradigma en el que nuestros valores rectores sean la solidaridad, la libertad, la relación armónica con el entorno y la fraternidad.


www.ecologistasenaccion.org/article.php3?id_article=1070

El callejón de Adam Smith

El callejón de Adam Smith


El callejón de Adam Smith

Jean-Claude Michéa

Profesor agregado de Filosofía, autor de "Orwell, anarchiste tory", "Les intellectuels, le peuple et le ballon rond", "Impasse Adam Smith" y una traducida al castellano "La escuela de la ignorancia".


La propaganda desplegada a diario sobre las pantallas de televisión del mundo moderno, descasa invariablemente sobre dos ideas-fuerza, difícilmente conciliables entre si.

Por un lado, como en cualquier tiempo de guerra, los partes de victoria que se suceden a un ritmo vertiginoso. Los prodigiosos avances de la tecnología moderna, que proclama a los cuatro vientos el "Ministerio de la Verdad", nos han permitido crear, por primera vez en la Historia, la base material de un Futuro Radiante y la llegada inminente de su Reinado sobre la Tierra. Esta Buena Nueva (que debemos evidentemente al espíritu de empresa y de innovación que se enmarca en nuestra incomparable sociedad liberal) no solo anuncia, efectivamente, una era de abundancia y de riquezas ilimitadas. Como a todas horas nos recuerda esta bienaventurada propaganda, confiere igualmente al hombre moderno, un poder inédito sobre sus condiciones de existencia, que aquellos que tuvieron la desgracia de vivir antes que ellos, apenas tuvieron la oportunidad de llegar a imaginar realmente. De la producción industrial de todos los objetos concebibles en nuestro horizonte abierto por "las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación", son efectivamente los medios prácticos de cambiar la vida y de hacerla feliz para todos, y que se acumulan en un grado y velocidad desconocidos para todas las sociedades anteriores. Parece, en definitiva, que hemos estado esperando este momento de la historia (que es al mismo tiempo su fin) que toda la humanidad ha soñado, con un Sony para quien lo desee o se disponga a desearlo.

Mientras tanto, y volviendo a los asuntos serios - es decir, en general, cuando el Pueblo, lógicamente seducido por estos sermones tan prometedores, evoca no menos coherentemente, la cuestión de los beneficios reales que podría sacar de todos estos increíbles progresos - el tono del "Ministerio de la Verdad" se vuelve serio, y la retórica entusiasta de Hugo da paso ahora a los acentos gélidos de Malthus. Es aquí donde el sólido saber de los economistas - nos afirman - será el encargado de demostrar, de forma indiscutible, que la humanidad moderna ha dilapidado sus recursos, que los años gloriosos ya han pasado, y que es necesario meternos en la cabeza que hemos estado viviendo, hasta ahora, por encima de nuestras posibilidades. Ahora que se anuncian negros nubarrones, las reivindicaciones más modestas toman la forma de un lujo más que inaccesible; la simple exigencia de conservar un empleo relativamente estable y digno en un ambiente más o menos humano, de disponer de ingresos decentes, de una vejez protegida, de algunos sueños cumplidos, incluso de algunas plazas de reposo merecido - todo esto, se nos dice, constituyen una serie de caprichos inaceptables, porque son contrarios a las leyes de la Economía. Tal y como resume Claude Bébéar, antiguo directivo del grupo Axa, con la brutal franqueza de los que han nacido para mandar sobre sus iguales, es esta acumulación extraordinaria de progreso material y tecnológico la que no puede tener, para la gran mayoría, más que una sola consecuencia: "es evidente que habrá que trabajar más y por más tiempo". En definitiva, si hemos entendido bien hasta aqui, lo que la propaganda oficial nos está haciendo creer, es que la humanidad, gracias a su tecnología prometeica y su espíritu de invención sin fin, aumenta las posibilidades de disminuir el esfuerzo humano y de modificar el curso de los acontecimientos, pero que deberá resignarse a admitir que la dirección de su destino histórico ya no le pertenece; en otras palabras, que es la gran cantidad de medios de los que se dispone actualmente lo que explica la escasez de resultados concretos a los que se puede esperar cumplimiento.

No es necesario, creo yo, tener un talante particularmente susceptible o pesimista, para concluir que un sistema social que nos hace creer en estos cuentos de hadas para legitimar sus métodos de funcionamiento reales, es, en su mismo principio, injusto e ineficaz; y que nos llama, en este punto, a una crítica radical, es decir, conforme a su etimología, una crítica que analice el mal desde su raíz y pretenda combatirlo en consecuencia.

Todo el problema, así expuesto, está en comprender por qué misterio un sistema bajo toda evidencia tan poco racional, puede convertirse, al cabo de unos decenios, en algo que engloba ya todo el planeta, sin encontrar la oposición seria de aquellos a los que desestabiliza su existencia y mutila su fuerza vital; sin suscitar, digámoslo ya, una resistencia colectiva a la medida de los daños y los efectos reales que provoca. Este problema puede ser formulado desde otra perspectiva. Desde hace más de un siglo, todos, adversarios como partidarios, han acordado en llamar bajo el nombre de Izquierda, al amplio movimiento político e intelectual que se opone oficialmente al sistema capitalista y todos los perjuicios que causa. ¿Cómo es posible que un movimiento de esta amplitud (y cuyas ideas son dominantes en la cultura contemporánea) no haya jamás conseguido romper en la práctica con la organización capitalista de la vida, para sustituirla a esta última por una sociedad verdaderamente humana, es decir, libre, igualitaria y decente?. Este tipo de planteamientos no son nuevos. En 1936, al término de su encuesta en las minas de Wigan Pier, George Orwell lo exponía en estos términos:

"El hecho es que el socialismo pierde terreno exactamente donde debería ganarlo. Con tantos argumentos en su favor - y recordemos que todo estómago vacío es un argumento en favor del socialismo - la idea del socialismo es hoy menos aceptada que hace diez años. En nuestros días, no solamente ocurre que el hombre de la calle no se siente socialista, sino que es activamente hostil al socialismo. Esto es debido a una propaganda errónea. Esto significa que el socialismo, tal y como nos lo presentan actualmente, tiene algo intrínsicamente antipático."

Esta "propaganda errónea", Orwell la resumía en estos principios:

"El tipo de personas que actualmente se siente más dispuesta a aceptar el socialismo es también la que considera el progreso mecánico, en si, con entusiasmo. Como también es totalmente cierto que los socialistas son de habitual incapaces de comprender que la opinión contraria existe. En general, el argumento más convincente que les viene a la cabeza consiste en decirte que la presente mecanización del mundo no es nada en comparación de la que nos prepara el socialismo. Donde ahora vemos un avión, ¡mañana veremos cincuenta!. Todo el trabajo actualmente llevado a cabo manualmente será próximamente realizado por máquinas. Todo lo que actualmente está hecho en cuero, en madera o en piedra, lo estará hecho en plástico, en cristal o en acero. Ya no habrá más revueltas, imperfecciones, desiertos, animales salvajes, malas hierbas, enfermedades, pobreza, sufrimiento y este tipo de cosas. El mundo socialista es ante todo un mundo ordenado y eficaz. Pero es precisamente esta visión de futuro centelleante a lo Wells contra el que se revuelven los espíritus mas dotados de sensibilidad. Considerad que esta representación del "progreso", elaborada por estómagos agradecidos, no pertenece a la doctrina socialista. Pero hemos acabado por pensar que este es el caso, lo que nos lleva a observar como el conservadurismo aglutinador de toda clase de gentes se moviliza tan fácilmente contra el socialismo."

Mi objetivo no es otro que desarrollar estos comentarios de Orwell. Lo podemos analizar en dos partes importantes. Por un lado, me interesa subrayar, y como lo reconoce Orwell al final de la cita, que el culto del Progreso y de la Modernidad, que es el centro de gravedad de todas las propagandas de izquierda, es profundamente extraño a las versiones originales de Socialismo, tal y como se constituyeron, en Inglaterra y Francia, a comienzos del siglo XIX. Por el otro lado, y esta es la crítica más importante, es imposible continuar creyendo que este tipo de discurso es síntoma de una "propaganda errónea", que un Partido de Izquierda (e incluso, de Extrema Izquierda) puede abandonar o modificar a su antojo, o al vaivén, pongamos, de las fluctuaciones de su electorado. Me parece, muy al contrario, que el elogio sistemático del "Progreso" y de la "Modernización" pertenecen al núcleo duro del programa metafísico de toda Izquierda posible, programa al que no podría
renunciar, incluso parcialmente, sin a la vez renunciar a su esencia. La razón es fácil de entender. La Izquierda, desde sus comienzos históricos, se ha presentado siempre, y con razón, como la única y legítima heredera de la filosofía de la Ilustración; es decir, ciñéndonos a las definiciones más clásicas, como el Partido del Movimiento (firmemente opuesto a los partidos del Orden) y el lugar de encuentro natural de todas "las fuerzas de Progreso" y de todos los partidarios "del Cambio". Solo de esta forma, evidentemente, ha podido conducirse, o atraerse hacia su campo, a lo largo de los dos últimos siglos, un número incalculable de combates emancipadores, tan legítimos como indispensables, contra las diferentes fuerzas del Antiguo Régimen (empezando por las de la Iglesia y la Nobleza terrateniente) y contra los privilegios y prejuicios inaceptables, sobre los que las fuerzas tradicionales fundaban su dominación.

El problema es que en la historia de las ideas, un vagón esconde el siguiente, y que los hombres se encuentran habitualmente colocados delante de situaciones de las que no habían ni imaginado la posibilidad, pero se empeñan en seguir defendiendo las premisas de inicio con el mayor de los ardores. Aplicado a la filosofía de la Ilustración, es decir desde el punto de vista del comienzo de nuestra Modernidad, esta forma de lectura me ha conducido a la hipótesis siguiente: no existe, en mi opinión, más que una sola posibilidad de seguir desarrollando, de manera integral y coherente la ambigua axiomática de la Ilustración: es mediante el individualismo liberal. Y la traducción política, en si más radical y más lógica de esta última, se encuentra en el discurso de Economía Política del que "La Riqueza de las Naciones" de Adam Smith representa la primera versión acabada. Esto es tanto como decir, que lo que llamamos, aun hoy en día, la Izquierda, se nutre exactamente de la misma fuente filosófica que el liberalismo moderno (y no sería, después de todo, ningún absurdo, considerar a Turgot y Adam Smith, para su época, hombres de la Izquierda). Es la existencia de esta matriz original, común al pensamiento de Izquierda y al Liberalismo de la Ilustración, que explica, para mi, las razones que siempre han conducido a la primera a validar el espíritu de la segunda en lo fundamental, aunque siempre le apetece (y le apetecerá siempre) pretender arreglar (o regular) sobre tal o cual detalle en particular. Estas razones no se fundan tampoco de la psicología singular de la mayor parte de los jefes de este movimiento (su amor propio característico del poder y el sentido de la traición que implica). Son pues razones fundamentalmente "ontológicas", es decir, que van a la naturaleza intrínseca de la Izquierda en si. Visto desde esta perspectiva, la idea de un "anticapitalismo" de Izquierda (o de Extrema Izquierda), nos puede llegar a parecer tan improbable como el de un catolicismo renovado, o "refundado", que se saltara la naturaleza divina de Cristo y la inmortalidad del alma. Son en consecuencia, las exigencias mismas de un combate coherente contra la utopía liberal y contra la sociedad crecientemente clasista que necesariamente engendra (entendiendo por tal un tipo de sociedad donde la riqueza y el poder indecente de unos tiene por condición mayor la explotación y el desprecio de los otros) que hacen actualmente políticamente necesario una ruptura radical con el imaginario intelectual de la Izquierda. Comprendemos perfectamente que la idea de tal ruptura nos plantea muchos problemas, algunos de carácter psicológico, puesto que la Izquierda, desde el siglo XIX, ha funcionado sobre todo como religión de reemplazamiento (la religión del "Progreso"); y sabemos que todas las religiones tienen por primera función la de conferir a sus fieles una identidad, y la de garantizar la paz consigo mismo. Imagino que muchos de quienes lean esto interpretarán esta forma de oponer radicalmente el proyecto filosófico del Socialismo original y los diferentes programas de la Izquierda y de la Extrema Izquierda existentes, como una paradoja inútil, e incluso como una provocación aberrante y peligrosa, para hacer el juego a todos los enemigos del género humano. Yo estimo, por el contrario, que esta manera de verlo es la única que nos da un sentido lógico al ciclo de sucesivos fracasos y derrotas históricas, que ha marcado al siglo recién terminado; y para el que aun hoy su comprensión continua oscura para muchos, en una situación tan extraña como la que nos ha tocado vivir. De todas formas, es poco más que la única posibilidad no explorada que tenemos, si queremos realmente ayudar a la humanidad a salir, mientras nos quede tiempo, del callejón de Adam Smith.

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La VERDADERA Deuda Externa (2 y final)

La VERDADERA Deuda Externa (2 y final)


LA VERDADERA Deuda Externa

Carta de un jefe indio azteca a los gobiernos de Europa


PRESENTACIÓN

La carta que nos convoca, de amplia difusión en Internet, es de real interés. Aborda un problema grave con ironía, gracia e imaginación, cae dentro de esas alocuciones que no se olvidan con facilidad.
Su autor conoce bien los datos históricos que menciona, hecho que también evidencia en el tratamiento de ciertos detalles.
Cuauhtémoc existe como emergente de una corriente de pensamiento difundida en toda Latinoamérica. Su realidad física deviene innecesaria, muchos hemos pretendido decir lo mismo. En el pueblo es donde cobra dimensión y se corporiza en la rebelión contra la pobreza, la ignorancia y la injusticia.
Carece de sentido preguntarse si el jefe indio azteca vive aquí o allá, está en cada uno de nosotros, tribalmente lo hemos estructurado. Sólo faltaba la forma que diera abrigo a tan precioso ideario colectivo.
Pero pueblo también es el del otro lado, bien podrían reclamarnos cosas que, desde su perspectiva, fueran igualmente válidas. No perdamos de vista esto último ya que la carta va dirigida a quienes, en ejercicio del poder, decidieron sobre la vida de miles de seres humanos marcando con sus acciones una espantosa ruta de dolor.
Si es que de todo puede extraerse enseñanza, en este caso bien podemos capitalizar lo ocurrido para no equivocarnos otra vez, al menos durante los próximos 500 años.


Pablo Bensaya
Buenos Aires, octubre de 2004



LA CARTA

Aquí, pues, yo, Guaipuro Cuauhtémoc, descendiente de los que poblaron la América hace cuarenta mil años. He venido a encontrar a los que se la encontraron hace ya quinientos años. Aquí, pues, nos encontramos todos: sabemos lo que somos y es bastante. Nunca tendremos otra cosa.

El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que me descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago de una deuda contraída por Judas, a quien nunca autoricé verdaderamente. El hermano usurero europeo me explica que toda deuda se paga con intereses, aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles consentimiento. Yo los voy descubriendo.

También yo puedo reclamar pagos, también puedo reclamar intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo, firma sobre firma, que solamente entre el año 1503 y el 1660 llegaron a San Lúcar de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata que provenían de América.
¿Saqueo?
¡No lo creyera yo! Porque es pensar que los hermanos cristianos faltan a su séptimo mandamiento. ¿Expoliación? ¡Guárdeme el cielo de figurarme que los europeos, igual que Caín, matan y después niegan la sangre del hermano!

¿Genocidio?
¡Eso sería dar crédito a calumniadores como Bartolomé de Las Casas, que calificaron el encuentro de destrucción de las Indias, o a ultras como el doctor Arturo Pietri, quien afirma que el arranque del capitalismo y de la actual civilización europea se debió a la inundación de metales preciosos arrancados por ustedes, mis hermanos europeos, a mis también hermanos de América!

¡No! Esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser considerados como el primero de varios préstamos amigables de América para el desarrollo de Europa. Lo contrario sería presuponer crímenes de guerra, lo que daría derecho, no sólo a exigir devolución inmediata, sino indemnización por daños y perjuicios. Yo, Guaipuro Cuauhtémoc, prefiero creer en la menos ofensiva de las hipótesis para mis hermanos europeos. Tan fabulosas exportaciones de capital no fueron más que el inicio de un plan Marshall-tezuma para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos musulmanes, defensores del álgebra, la arquitectura, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización.

Por eso, una vez pasado el Quinto Centenario del "Préstamo" podemos preguntarnos: ¿Han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable o, por lo menos, productivo de los recursos tan generosamente adelantados por el Fondo Indoamericano Internacional?

Deploramos decir que no.

En lo estratégico, lo dilapidaron en las batallas de Lepanto, Armadas Invencibles, terceros Reichs y otras formas de exterminio mutuo, para acabar ocupados por las tropas gringas de la OTAN, como Panamá (pero sin canal). En lo financiero han sido incapaces después de una moratoria de 500 años, tanto de cancelar capital e intereses, como de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta el Tercer Mundo.

Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman, conforme a la cual una economía subsidiada jamás podrá funcionar. Y nos obliga a reclamarles -por su propio bien- el pago de capital e intereses que tan generosamente hemos demorado todos los siglos.

Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a los hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas flotantes de un 20 por ciento y hasta un 30 por ciento que los hermanos europeos les cobran a los pueblos del Tercer Mundo. Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo de un 10 por ciento anual acumulado durante los últimos 300 años. Sobre esta base, aplicando la europea fórmula del interés compuesto, informamos a los descubridores que sólo nos deben, como primer pago de su deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata, ambas elevadas a la potencia de trescientos. Es decir, un número para cuya expresión total serían necesarias más de trescientas cifras y que supera ampliamente el peso de la tierra.

¡Muy pesadas son estas moles de oro y de plata! ¿Cuánto pesarían calculadas en sangre? Aducir que Europa en medio milenio no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar este módico interés sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo.

Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los indoamericanos. Pero sí exigimos la inmediata firma de una carta de intenciones que discipline a los pueblos deudores del viejo continente y los obligue a cumplir su compromiso mediante una pronta privatización, o reconversión de Europa, que les permita entregárnosla entera como primer pago de una deuda histórica.

Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una bancarrota que les impide cumplir con sus compromisos financieros o morales. En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con que mataron al poeta. Pero no podrán; porque esa bala es el corazón de Europa.


NOTAS

1. Tomado de la Revista "Carta a las Iglesias", Año XX, Nº 449-450, 1-31 de mayo de 2000, editada por la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA). Ap. Postal 01-168, Boulevard Los Próceres, San Salvador, El Salvador, Centro América. Tel. (503) 210-6600 Fax: (503) 210-6655, www.uca.edu.sv

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La Deuda Externa (parte 1)

La Deuda Externa (parte 1)

 

La Deuda Externa (parte 1)

LA DEUDA EXTERNA


La deuda externa es el dinero que los países del Sur deben a los bancos, a los países del Norte y a las Instituciones Financieras Multilaterales (FMI y BM) como consecuencia de los préstamos que sus gobiernos recibieron en el pasado y a los que no pueden hacer frente en la actualidad.

La deuda del conjunto de los países empobrecidos, así como su pago (amortización del capital + intereses) crece constantemente desde hace casi 20 años, a pesar de que estos países han ido cumpliendo con el pago de la deuda a lo largo de estas dos décadas.

Aunque parezca paradójico, el montante de la deuda no ha disminuido, sino que en 1999 (último año del que se tienen datos) era más de cuatro veces más alto que cuando estalló la crisis de la deuda en agosto de 1982. Hay dos factores que motivan este incremento constante. Por un lado, el aumento de los intereses que los países deudores se ven obligados a pagar. Por otro, la necesidad de solicitud, por parte de los países deudores, de nuevos créditos para devolver los anteriores, debido a los atrasos en los pagos, por problemas de solvencia.

Según los datos más recientes del Banco Mundial, en 1999 la deuda externa total de los países empobrecidos ascendía a casi 2,6 billones de dólares estadounidenses (Global Development Finance, 2001).

TABLA 1

Evolución de la deuda externa

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Año.............................1970....1980....1990....1994....1999
Importe de la deuda...... 73.........587....1460....1969....2573

Fuente: GDF; datos en miles de millones de dólares EEUU.
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La deuda externa se puede desglosar en: deuda a largo plazo
y deuda a corto plazo.

LA DEUDA A LARGO PLAZO

Es aquella que se concede para ser devuelta a más de un año, en 1999 ascendía a 2,09 billones de dólares. Esta deuda se divide en tres tipos diferentes:

Deuda BILATERAL:
Es aquella deuda concedida por los estados del Norte a los estados del Sur y que está compuesta por créditos a la exportación en condiciones más favorables que las del mercado (créditos FAD, en el caso español) y por las operaciones de exportación con cobertura por cuenta del Estado (CESCE, en el caso español). Dicha deuda representa un 26% de la deuda a largo plazo. En 1999 se situó en un valor nominal de 542.464 millones de dólares.

Deuda PRIVADA:
Es la que procede de los mercados financieros, sobre todo de la banca internacional. En 1999 se situaba en 1.189.248 millones de dólares. La deuda privada ha ido ganando peso relativo en los últimos años, siendo la misma, en 1999, el 57% de la deuda a largo plazo. En la actualidad existe una progresiva traslación de la deuda privada de la banca a los mercados financieros, mediante la venta de deuda externa en el mercado bursátil. Así, en 1995 en los mercados financieros había bonos de deuda por valor de 133.000 millones de dólares, cifra que representaba el 38% de la deuda privada.

Deuda MULTILATERAL:

Es aquella concedida por las IFI-Instituciones Financieras Internacionales (FMI, Banco Mundial y Bancos Regionales) y que en 1999 ascendía a 354.688 millones de dólares. Dicha deuda representó el 17% de la deuda a largo plazo en 1999. Después de la crisis desatada en la década de los 80, ésta es la única fuente de financiamiento a la que pueden acceder muchos países deudores. Ciertamente, muchos países y bancos acreedores tienen como política no conceder más créditos a países llamados mal pagadores, los cuales sólo pueden acudir a las IFI para obtener más financiamiento.

LA DEUDA A CORTO PLAZO

Es aquella que vence durante los primeros 12 meses. En 1999 era de 407.400 millones de dólares, de los cuales más de un 40% representaban pagos atrasados de intereses. Aunque no se tengan datos fiables sobre la deuda a corto plazo, se cree que la misma se reparte a partes iguales entre la deuda privada y los créditos a la exportación.

El servicio de la deuda, que es el importe hecho efectivo por los deudores por los conceptos de amortización de capital e intereses de los créditos, no ha hecho sino que aumentar. Sin embargo, el esfuerzo no tiene la recompensa de una reducción significativa del total de la deuda.

En 1998 los países del Sur transfirieron al Norte más de 350.000 millones de dólares en concepto del pago de la deuda, cifra que supone casi siete veces lo que los países del Norte les prestaron en concepto de ayuda Oficial para el Desarrollo, algo más de 50.000 millones de dólares (Informe sobre Desarrollo Humano, PNUD 2000) Casi la mitad de lo que se paga en concepto de servicio de la deuda son intereses.

Así pues, los pagos realizados no consiguen en modo alguno frenar la tendencia al crecimiento del total de la deuda. Es por este motivo, que a pesar del esfuerzo que realizan los países empobrecidos para pagar la deuda, como los intereses son tan altos, éstos contrarrestan ese pago y hacen que la deuda siga creciendo sin posibilidad de que algún día se ponga fin a la bola de nieve que supone la deuda.


OBSERVATORI DEL DEUTE
Articulista de Enbuenasmanos
www.observatorideute.org/cast


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